Las dos mujeres de nacionalidad rumana liberadas por agentes de la Policía Nacional en Badajoz permanecían retenidas bajo custodia en un piso de la margen derecha del río Guadiana.

Ambas féminas eran maltratadas física y psicológicamente a diario. Los únicos desplazamientos que realizaban, siempre bajo vigilancia de sus captores, eran a los clubes de alterne en los que debían mantener, contra su voluntad, relaciones sexuales con los clientes.

La mujer detenida era la encargada de vigilarlas en el interior de estos establecimientos, donde su labor pasaba desapercibida.