El camalote lleva siendo un problema para el Guadiana desde el año 2004. Su fácil y rápida reproducción dificulta mucho la tarea de erradicar la especie invasora, que ya acumula un gasto de más de 31 millones de euros para poder eliminarla. Antes de finales de 2016 no era ilegal la venta del camalote. Lo único que hacía la confederación era comunicarse con determinados centros comerciales para pedirles colaboración y poder así retirar la oferta de esta especie. A partir de diciembre de 2016 queda prohibido el negocio del camalote por una norma europea. No obstante, a día de hoy, aún se vende a través de anuncios por internet.

Para hacer frente a la venta ilegal del camalote, la confederación pone en conocimiento de los hechos tanto a la Guardia Civil como al Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), que actúan remitiendo una notificación al infractor con el objeto de que retire el anuncio. Desde la institución aseguran a este diario que vigilan los anuncios online y que en ocasiones también intervienen para evitar la comercialización. En este sentido, sostienen que la población, en la mayoría de los casos, no sabe que la venta está prohibida y finalmente retiran las publicaciones sin problema.

Legalmente está prohibido cualquier tipo de comercialización de estas especies exótica para que no exista un lucro que acabe favoreciendo su desarrollo en otros lugares del mundo. «Todo lo que pueda ser negocio no es bueno en el caso de especies invasoras, pero no obstante nosotros hemos justificado ante la Unión Europea, que podría haber alguna posibilidad intermedia, utilizar la propia industria para que nos ayude a sacar todo el material que estamos sacando y a la vez se asegure que no hay riesgo de que se extienda el problema de las especies invasoras», afirma Nicolás Cifuentes Baserra, jefe de servicio forestal de la Confederación Hidrográfica del Guadiana.

El camalote que se encuentra actualmente en el cauce del río, apunta Cifuentes, «es el mismo que entró en 2004, misma especie y genéticamente la misma planta, no hay brotes nuevos, aunque poco a poco se va extendiendo. Nosotros queremos retrasar esa extensión y evitar que todo ese camalote se descomponga libremente en el agua». Por este motivo, el organismo realiza un trabajo de extracción de la planta del agua.

La intención de la confederación es dejar el camalote «en las proximidades del río, así queda inmovilizado, se deshidrata y se incorpora al terreno, porque como ya ese agua tiene contenido de semilla no estamos contaminando terrenos nuevos». Cifuentes explica que como el camalote, en un 95% está compuesto de agua, «sigue estando en la parte afectada y evitamos que acaben en otros ríos u otras cuencas».

Tratamientos

Desde la confederación informan de que se están realizando numerosos estudios con el fin de ver si existen procedimientos para tratar las miles de toneladas de camalote y que no sea muy caro. «No hay suficiente dinero para sacar camalote y no tenemos viabilidad económica para gestionar todas esas miles de toneladas», señala Cifuentes. En este sentido, avanza que «posiblemente este año haya alguna solución» al respecto y quizás «en breve» informarán sobre ella, ya que todavía están pendientes «de los permisos específicos».

En referencia al uso que se le podría dar a las cantidades de camalote que se extraen, que ascienden a miles de toneladas, Cifuentes explica que «se han hecho estudios de trituración, secado, procesado, de posibles usos para compostaje, biogás, biomasa o material de construcción». También señala que desde Europa les han autorizado y están en un proceso de licitación para la valorización del material que sacan del río. «No sería un aprovechamiento comercial, sería una forma de reducir los costes de eliminación mediante el uso de la industria», puntualiza. Por ello, el pliego lo dejan abierto a la industria, que debe asegurar que en el proceso hay destrucción de la semilla, ya sea mediante la transformación para biogás, biomasa o cualquier otra forma.

La confederación señala que no les importa el uso que se dé al camalote, pero sí que se garantice que en el proceso no exista riesgo de reproducción. Por un lado, la biomasa da lugar a un producto que no tiene capacidad de reproducción, algo que ya han comprobado. Por otro lado estaría el biogás, que en sí tampoco tiene riesgo de reproducción. Sin embargo, en otros usos como el compostaje, han comprobado que el proceso no se asegura la eliminación de la semilla.

Por otro lado, la planta invasora no serviría como forraje para los animales, ya que «es posible que muchas vacas y ovejas lo mordisqueen», además de que «como forraje es muy pobre, solamente es fibra no es rico desde el punto de vista alimentario». A ello se suma, según Cifuentes, que el camalote «acumula todo lo que hay en el agua, incluido metales pesados y posibles contaminantes. No lo podemos trasladar a la industria alimentaria».