Dicen en El Corte Inglés que las ventas de tarjetas regalo, esos bonos con los que se puede comprar hasta cierta cantidad, se han disparado en las últimas navidades. Nada extraño. En una sociedad en la que la mayoría tiene las necesidades cubiertas --vivienda al margen--, el rito del consumo navideño viene a mostrar la siguiente realidad: cada vez se devuelven más regalos.

Este hecho puede comprobarse en cualquier tienda extremeña a lo largo de esta semana. Trabajadores de grandes superficies y del pequeño comercio coinciden en señalar los días posteriores a la noche de Reyes como "aquellos en los que más devoluciones y cambios se producen" de todo el año. De hecho, algunos establecimientos --caso del Eroski de Cáceres-- habilitan incluso un espacio dedicado en exclusiva a atender a los clientes que han recibido un mal regalo, bien porque no era de su gusto, bien porque ya lo tenían.

Así, Eugenio Polo, jefe del área de bázar en el centro comercial cacereño, explica que durante esta semana los clientes que tengan que cambiar o devolver algún artículo de no alimentación pueden hacerlo en un mostrador creado al efecto. "De esta forma podemos mejorar, a la vez que aligerar, este servicio", indica advirtiendo que durante la jornada del lunes (primer día laborable después de Reyes) se llegó a atender a una treintena de clientes a la hora.

´Misión imposible´

Y es que dar con el regalo perfecto parece estar convirtiéndose en toda una misión imposible . Si a la dificultad de adaptarnos a los gustos del otro le sumamos la cantidad de bienes que cualquiera de nosotros posee, demostrar nuestro afecto a través de un obsequio puede ser contraproducente. ¿Quién no ha escuchado o pronunciado alguna vez aquello de "si me conocieras no me hubieras comprado esto"?

Por si fuera poco, los malos regalos, como casi todo, tienen un coste. Solo hay que pensar en la tensa sonrisa que provoca en el receptor una corbata no adecuada o un perfume que está en las antípodas de su gusto olfativo.

En términos estrictamente monetarios, algunos economistas se han dedicado a calcular ese coste. Desde comienzos de los 90, Joel Waldfogel, de la universidad de Pennsylvania, lleva a cabo un estudio en el que pide a sus alumnos que valoren los presentes que han recibido. Su principal conclusión es que el que regala valora mucho más el obsequio que quien lo recibe. Ejemplo: alguien regala un jersey que cuesta 90 euros, cuando el destinatario solo pagaría 60 euros por él. Esta disparidad viene a provocar que una enorme cantidad de dinero se gaste innecesariamente.

La mayor parte de las historias estudiadas por Waldfogel vienen a ser parecidas. Una persona mayor, desconocedora de los gustos de sus familiares más jóvenes, hace un mal regalo. Más curiosos son los casos como el del hijo de Francis, que esperaba recibir un balón de fútbol y se ha encontrado con dos, uno de cada uno de sus progenitores. "Mi mujer y yo compramos dos balones exactamente iguales, cada uno por nuestra cuenta", explica sonriente este cacereño.

A este tipo de episodios se añaden los cambios de talla, color o aparatos que no funcionan, ya sea porque están defectuosos o porque sus nuevos propietarios no se han parado a leer las instrucciones. La cuestión es que un tercio de los españoles, según un reciente estudio de eBay --firma dedicada al comercio en internet-- ha pensado en vender los regalos que no les gustan. Y la tendencia parece ser al alza. Como las ventas de las tarjetas regalo.