Con 27 años ahora, Sergio Gil empezó a dedicarse profesionalmente a la apicultura apenas hace dos, aunque lleva «toda la vida» vinculado a esta actividad. La suya es la quinta generación «que conozca» que se dedica a la cría de abejas. Natural de Torrecilla de los Ángeles, Sergio estudio arquitectura técnica y posteriormente hizo un máster en Madrid, pero el trabajo que había de su especialidad «estaba fuera. Y como tenía colmenas aquí en casa, tampoco iba a pagar a alguien para hacer un trabajo que podía hacer yo».

En cualquier caso, precisa, su inclinación por la apicultura es también «vocacional». No es para menos, ya que solo en su familia más cercana son tres apicultores: su padre, su madre y él, los tres autónomos. Sumadas sus colmenas superan las 2.500. Así que todo lo relacionado con este mundo ya le era muy conocido cuando empezó a dedicarse profesionalmente a él. Unos vínculos familiares que le permitieron, además, reducir la inversión inicial. Porque enjambres y cajas aparte, «cualquier maquinaria que te quieras comprar, te vale más de cinco mil euros», incide.

Tiene unas setecientas colmenas repartidas por varias comarcas cacereñas (Sierra de Gata y Sierra de San Pedro) y de la provincia de Badajoz. Además, hace trashumancia a zonas de Salamanca y Ávila. Elabora sobre todo mieles de bosque, encina o mil flores, «aunque también tengo algo de brezo o de eucalipto».

«Los precios están mal. Ha llegado a salir miel a dos euros», indica Sergio. «Cada vez hay más colmenas, menos producción y más competencia», apostilla. Vende la mayor parte de su miel a granel, aunque, añade, «vistos los precios que hay, me he sacado el registro sanitario y he empezado ahora a envasar y vender también en tiendas». Lleva ya cuatro meses haciéndolo con la etiqueta Miel los Ángeles y, aunque reconoce que «hay mucha competencia», el producto «tiene buena aceptación, porque yo envaso la miel más pura que tengo. Es de calidad, así que el que la compra, vuelve», afirma.