Se habla poco de ellos, pero también forman parte de la estadística y van ganando terreno con modestia. Siempre están ocupados y, aunque no tienen hijos, han de ‘conciliar’ sus dos facetas de la vida: las clases y el empleo (que casi siempre es precario). Son los jóvenes extremeños ‘sisís’, aquellos que sí estudian y sí trabajan. Los opuestos a los ‘ninis’. Aunque el paro juvenil ronde en la región el 42% y cada año haya un ‘exilio’ a otras comunidades u otros países de unos 3.500 extremeños menores de 30 años, hay quienes ofrecen otra versión de la situación de este colectivo en la comunidad. Y luchan por no ser una excepción.

Según los datos que se extraen de la EPA (Encuesta de Población Activa), en Extremadura el 18% de los jóvenes (casi uno de cada cinco) que tenían un empleo en 2016, también realizaban a la vez algún estudio, aunque no fuera en la enseñanza reglada. La cifra ha subido tímidamente con respecto al año anterior (aunque queda cinco puntos por debajo de la media nacional).

En primera persona

En ese porcentaje extremeño está María Eugenia Cano, una joven cacereña de 30 años que forma parte de esa generación ‘sisí’. El año pasado compaginó el máster de Formación del Profesorado con un empleo y este año lo hace con la preparación de oposiciones a Secundaria. «De lunes a jueves voy todos los días a Mérida por la mañana porque trabajo allí de técnico para proyectos de cultura europeos. El viernes por la mañana voy a la academia. Y todas las tardes me pongo a estudiar las horas que pueda porque es la primera vez que me presento y es una prueba muy exigente», explica Cano. En su caso ‘competirá’ en la especialidad de Inglés.

«Normalmente antes cuando se preparaban oposiciones el opositor se dedicaba solamente a eso, a estudiar todo el día. Pero ahora cada vez es más común que tengamos también que trabajar por las circunstancias económicas. De hecho, en mi academia casi todos los compañeros lo hacemos», subraya. «En mi caso lo hago para ayudar a la economía familiar. Yo cuento con el apoyo de mis padres, de hecho he vuelto a vivir con ellos, pero también creo que debemos buscarnos nuestra propia economía para echar una mano, porque los tiempos que corren no son los mejores».

Esta joven cacereña que lleva varios años ‘conciliando’, hizo la carrera de Traducción e Interpretación y ha trabajado en diversos sectores: atención al cliente, márketing online, comercio exterior... «El hecho de hablar inglés me ha permitido acceder a esos puestos», apunta.

Su perfil de opositora es uno de los más comunes de la generación ‘sisí’ en la región. «La mayoría de mis compañeros lo que hace es impartir clases particulares en una academia o en casa».

Más precariedad

Desde el Observatorio de la Juventud manifiestan que, en general, los empleos más comunes están relacionados con la hostelería y la atención telefónica al cliente. Pero los salarios van en la línea de la precariedad que inunda el mercado laboral, de manera que aunque trabajen para pagar sus clases, muchos de los que van a la Universidad han de vivir en casa de sus padres, lo que implica cursar una carrera cercana al domicilio familiar. Esta situación se ‘alimenta’ con el recorte de las becas y la subida de las tasas de matrícula.

La consecuencia, según apostillan desde el Observatorio de la Juventud, es una mayor brecha entre quienes cuentan con gran facilidad económica para estudiar y pueden elegir qué carrera quieren y dónde sin impedimentos y aquellos que han de compaginar y pelear para no tener que dejar las clases o para seguir ayudando en casa, como es el caso de la cacereña María Eugenia Cano. Otra huella más de la crisis.