Klayaa es una pequeña población de la región libanesa de Marjayoun, a unos cinco kilómetros de la Base Militar Española Miguel de Cervantes. Sus vecinos se han acostumbrado a la presencia de los soldados españoles desplegados en la zona como se acostumbran a los conflictos. Aquí vive la única mujer que trabaja como corresponsal en el sur del Líbano, Ronith Daher. "Desde pequeña quise ser periodista", recuerda, tras 14 años de experiencia.

En sus crónicas habla de los proyectos que realizan los militares españoles pero también de la tensión que hay en la zona, más suave desde la presencia de la base. Ronith fue una de las primeras en llegar al lugar del atentado en el que murieron seis soldados españoles en el 2007. "Fue enfrente de mi casa, escuché la bomba y salí corriendo. Fue un día muy duro y emocionado. Recuerdo que estaba sacando fotos con lágrimas en los ojos. Pensaba en esos pobres militares que están en misión de paz y también en el futuro. Cuando la base se estableció en Marjayoun se abrieron muchos restaurantes y negocios, fue una esperanza económica en la zona y después del atentado todo cambió", cuenta.

Sus crónicas sobre este triste suceso se colaron en muchos medios españoles. Entonces trabajaba como corresponsal en la agencia Efe, porque Ronith, además de árabe, inglés y francés --lo habitual entre libaneses-- habla español. El idioma lo aprendió con los militares a través del programa Cervantes implantado en la Base. "Fui de las primeras alumnas; empecé hace cinco años y todavía me queda por aprender", dice. En la región de Marjayoun se ha convertido en algo importante saber español. Muchos de sus pueblos tienen médico, medicinas, parques infantiles, energía solar o incluso vecinos trabajando gracias a las Fuerzas Armadas y a la base. "Los militares llegaron después de la guerra con Israel y su misión se ha convertido poco a poco en un proyecto social tras recuperar la calma en la zona. Están ayudando mucho a la gente y se llegan a crear amistades con ellos. Nos gusta mostrarles que somos acogedores y enseñarles nuestras tradiciones como ellos nos enseñan las de España". Asegura que lo que más agradecen los libaneses a los soldados es su presencia, porque aporta tranquilidad, pero también su participación en la vida del pueblo. "Están en los malos y en los buenos momentos. Vienen a los funerales cuando fallece alguien en el pueblo y a las fiestas que hacemos para conocer nuestra cultura", señala.

Ronith explica cómo es su vida de corresponsal en el Líbano durante la visita de un grupo formado por otros tres periodistas libaneses a las instalaciones de EL PERIODICO EXTREMADURA en Cáceres aprovechando la estancia de los extremeños en el Líbano. Tras pasar también por Canal Extremadura afirma que aquí las redacciones son más tranquilas. "Allí tienes que estar desde bien temprano lista para lo que pueda pasar porque te pueden llamar en cualquier momento. Todos estamos más nerviosos y tensos". La mayoría de las noticias que tratan son conflictos, y para garantizar la seguridad de la zona colaboran con los militares o las autoridades. "Es donde vivimos, tenemos que ayudar y no perjudicar y entre nosotros nos ponemos de acuerdo en cómo publicar ciertas noticias", cuenta. Además de la visita a este diario, los periodistas invitados por el Ministerio de Defensa, conocieron la Base de Bótoa, y pasearon por Badajoz, Mérida, Cáceres, Madrid y Toledo. "Nos parece muy interesante ver cómo vive la gente que viene a ayudarnos y conocer su historia", dice en árabe Georges Al-Achi, otro de los periodistas. Pero el viaje por Extremadura no terminó como esperaban. Afectados por lo que para el sur de Líbano significan los militares y comprometidos con su profesión, Georges, Ronith, su tío Lotfallah Daher y Ziad El Choufi cubrieron desde la región la noticia de la muerte del soldado extremeño Abel García Zambrano para sus respectivos medios libaneses el día antes de volver.

Un canto a la esperanza

Pese a este trágico suceso y otra larga lista que han tenido que vivir y contar a los libaneses y al mundo, Ronith y sus compatriotas no pierden la esperanza. "Ojalá no tuvieran que estar aquí los soldados españoles porque significaría que vivimos en paz". Y no pierde la esperanza en que Líbano vuelva a convertirse en el país que fue. "La gente tenía otra cara antes, era más divertida y abierta; ahora hay más fanatismo y terrorismo. La vida ha cambiado pero los libaneses somos un pueblo al que le gusta la vida a pesar de todo. A lo mejor no lo percibes, pero la gente vive tranquila, cuando ocurre un atentado tenemos miedo en ese momento, al día siguiente la gente olvida y sigue viviendo como si no pasara nada porque es un pueblo que quiere la vida y siempre tiene esperanza", dice Ronith.

Ella, como muchos otros libaneses, recuerda una frase del director del periódico en el que trabaja, An-Nahar, que murió en un atentado: "Decía que cristianos y musulmanes conviviríamos juntos siempre para defender el Líbano y eso es lo que seguimos intentando".