Desde hace unos años están apareciendo en la geografía urbana unas sofisticadas chocolaterías que nos ofrecen múltiples chocolates con aromas y sabores de muy variados, tan distantes de aquellos que nuestras madres nos ofrecían negros como la noche y amargos como la tuera por mucha azúcar que le añadiéramos. Por el contrario, hoy día se puede decir que existe una sofisticación de este fruto ultramarino y que ya los aztecas lo consideraban como bebida de los dioses.

Su llegada a las Españas se la debemos a Hernán Cortés, aunque quien lo divulga son los monjes de la época, que junto con el tabaco son los dos productos más elegantes, a la vez que extraños, del siglo XVI, y que son admitidos por la nobleza y el clero como se puede constatar por una carta de los padres de la compañía de Jesús enviada al padre Rafael Pereyra, en la que le escriben: "... Recibí el tabaco y el chocolate. El primero entregué al P. Clemente; el segundo guardé como se me mandaba. No me vendrá mal para este invierno, que es muy crudo...".

Desde un primer momento se considera al chocolate una bebida propia para pasar los crudos inviernos, aunque tiene un hándicaps, ya que en un principio no se podía consumir en los días de ayuno por ser considerada una bebida energética. Sin embargo, esto se zanja cuando el cardenal Brancaccio de Roma publica un tratado en el año 1664, cuya tesis en defensa del chocolate se apoyaba en la doctrina de Santo Tomás de Aquino, que dice del chocolate "liquidum non frangit jejunium" (los líquidos no quebrantan el ayuno), por lo que se autorizaba su consumo hasta en los días de ayuno.

A partir de esta viva defensa cardenalicia, el chocolate forma parte de la vida de todo mortal y se pude decir que se socializa, pues ya no solo es potestad del noble, aunque años antes ya se puede decir que era consumido por todas las capas sociales como se desprende de una carta de don Luis de Góngora en la que se puede leer: "...Dándole mi besamanos suplicarle me haga merced de socorrerme con algún chocolate de lo que su merced prepara...".

Como en otros casos, parece que los españoles no hemos contribuido con la historia gastronómica de Europa, sin embargo podemos decir que fue una infanta española la que introdujo esta bebida en la corte francesa: en el siglo XVII la infanta María Teresa al casarse con Luis XIV de Francia impuso la costumbre de beber chocolate por la tarde en la corte real. No obstante, el primer establecimiento dedicado exclusivamente a la venta de chocolate se abrió en París en 1786 y se llamaba Cullerettes, aunque en honor a la verdad debemos decir que décadas antes en España se servía chocolate en las llamadas botillerías, donde se vendía además bebidas heladas o los rosolis y café.

Así, que si bien las chocolaterías, que hoy día nos ofrecen mil especialidades chocolateras, tienen una tradición larga y son hijas de esas ordinarias pero entrañables botillerías.