Desde ayer reposan en el cementerio de Malpartida de Cáceres los restos mortales de Eduardo Sanz Pérez, fallecido en los atentados del 11-M. Con un emotivo e íntimo acto, su viuda, Susana Caro López, acompañada por un reducido número de familiares y amigos, cumplía el deseo de que su marido descansase en la tierra donde pasaban las vacaciones con su familia extremeña, pues Susana es de Estación Arroyo-Malpartida. "Eduardo era un enamorado de Extremadura y está donde quería estar", comentó Toñi López, tía de Susana y alcaldesa pedánea de Arroyo-Malpartida.

La viuda de Eduardo apenas podía hablar. Estaba emocionada. Ha sido un año muy duro --y ayer no fue un día fácil tampoco-- y reconoció que cada vez "es peor, porque te vas dando más cuenta de que no está".

En este tiempo se ha sentido apoyada, "sobre todo por la familia", aunque continúa lejos de su tierra natal, en Azuqueca de Henares, donde vivía con su marido. La pareja tuvo dos hijos --el pequeño nació dos meses después del trágico suceso--, Eduardo y Sergio, de 4 y 1 año. "Están bien. Bueno, son pequeños".

Susana es profesora de Inglés y su deseo es impartir clases cerca de su casa. "Espero que sea pronto y, sobre todo, estando ya aquí él", dijo.

Eduardo trabajaba en el organismo autónomo de Fondo de Explotación de Cría de Caballar y Remonta, en Madrid, y antes de su fallecimiento ya había pedido el traslado a Cáceres. La pareja, que se casó el 13 de junio de 1998, tras seis años de unión, había decidido volver a Extremadura. No pudo ser. Una bomba sesgó la ilusión del joven matrimonio.

Como hacía cada mañana, Eduardo Sanz tomó el tren que diariamente lo llevaba de Azuqueca de Henares a su puesto de trabajo en Madrid. Tras horas de incertidumbre --casi un día--, las esperanzas de Susana, sus familiares y amigos se desmoronaban al confirmarse que era una de las víctimas. Ahora Eduardo descansa en la tierra de la que se enamoró.