Arena y polvo del desierto más grande del mundo, el Sáhara. En 1976 España abandonaba a su suerte el Sáhara Occidental. A día de hoy, más de cuarenta años después, continúa siendo, según Naciones Unidas, uno de los 17 territorios no autónomos. Desde entonces, y tras la ocupación marroquí del Sáhara con la llamada marcha verde, la población saharaui vive amontonada en campos de refugiados en el desierto argelino de Tinduf.

En este contexto de ocupación y violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, en 1994 se puso en marcha en la región el proyecto Vacaciones en Paz (VeP). Cada verano miles de niños suben a un avión con destino España para disfrutar de unas vacaciones lejos de las condiciones extremas del desierto, en esta edición llegaron a nuestro país 4.793 niños, 180 de ellos a Extremadura. La Federación de Asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui, junto con la Delegación Saharaui en España y con la colaboración el gobierno, trabajan para que el proyecto se lleve a cabo año tras año.

María José Macarro, a la que coloquialmente llaman Mai, es coordinadora técnica de la Federación Sáhara Extremadura (Fedesaex). Mai explica que «en la actualidad el proyecto atraviesa una fase de transformación. Es una iniciativa que lleva en marcha más de dos décadas por lo que era necesario una evaluación que nos permitiese introducir cambios para adaptarnos a las necesidades actuales». Las dificultades a las que se enfrenta Vacaciones en Paz se deben, según Mai, «a una mezcla de falta de recursos y de apoyo social». Fedesaex ingresará en octubre en la coordinadora extremeña de ONGs, afirman que «el objetivo es alinearnos con el resto de actores extremeños que trabajan en el mismo campo que nosotros, la educación al desarrollo».

La influencia de la crisis

Isabel María Narciso descubrió el programa por la radio, y desde hace nueve años es familia de acogida, además, es voluntaria de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Cáceres y Casar de Cáceres. Isabel cuenta que «la crisis económica repercutido significativamente en el programa. La burocracia se ha incrementado, cada vez nos exigen más ‘papeleo’. Asimismo, el número de familias de acogida se ha reducido en los últimos años».

Desde Fedesaex coinciden con Isabel «muchas familias que podían haberse sumado al proyecto no lo han hecho debido a la falta de infraestructuras y recursos para cubrir las necesidades de los niños. Es por ello que dentro de los cambios introducidos está la participación de los menores en campamentos urbanos para que a las familias de acogida puedan conciliar con facilidad la vida familiar y laboral». En Badajoz este campamento lleva años desarrollándose, al igual que en Don Benito, sin embargo, en otros puntos de la región, como Cáceres, este ha sido el primer año.

Mai sostiene que «es de gran importancia la educación para el desarrollo. Estamos haciendo una apuesta por mejorar las capacidades socioeducativas de los niños, que se integren con niños de su misma edad. Esta es, además, una forma de generar concienciación sobre el problema».

Una vez que los niños llegan a España son sometidos a una exploración técnica y se hace un seguimiento de los casos más relevantes. Entre las novedades actuales del programa se encuentra la inclusión de otro examen médico durante la última semana de la estancia de los menores, para poder comparar la mejora sanitaria de los niños durante los dos meses de ejecución del programa. Isabel, como familia de acogida, sostiene que «generalmente las necesidades de los niños cuando llegan son de tipo médico. Las familias de acogida deben ayudar a que el niño tenga cubierta sus necesidades médicas, si el niño necesita gafas o audífonos las familias deben hacerse cargo de los gastos, aunque hay muchas ópticas que colaboran».

El programa está destinado a niños entre 7 y 12 años, no obstante, la escasez de familias en los últimos años ha provocado que los niños sean más mayores. Isabel asegura que «ahora vienen con nueve o diez años hasta los trece. Con esa edad yo no les dejan salir de los campos de refugiados a no ser que una familia reclame acogerlos». Además, Isabel cuenta que «al visitar el campo de refugiados la asociación conoció a una chica con discapacidad y una familia se puso en contacto con ella para acogerla».

Aunque la realidad es que estos niños tienen una condición especial, son refugiados. Mai sostiene que «los niños vienen en un régimen de acogida temporal de dos meses, con fecha de entrada y de salida. Todo esto se produce bajo el marco de un programa que tiene unos objetivos concretos y financiado, en parte, por las instituciones públicas. Esto hace que el respaldo de las autoridades sea pleno». Además, apunta que «cuando hay algún contratiempo, como por ejemplo un niño enfermo, todo son facilidades. Cuando un informe médico certifica que el niño debe quedarse más tiempo las autoridades cooperan para que se quede hasta que los médicos certifiquen que se puede marchar».

La edición de 2017 finalizó el pasado 27 de agosto cuando los 180 niños volvieron a Tinduf. No obstante, desde Fedesaex ya están trabajando para la edición del 2018. Mai asegura que «el objetivo es que exista un compromiso de las familias con esta causa, lo que se encuadra dentro del lema de este año, ‘Vacaciones en Paz: mucho más que vacaciones’». En cuanto al futuro del programa, Mai explica que «se ha empezado a normalizar un conflicto que lleva casi 42, sin resolverse. El programa sigue siendo necesario, pero ojalá llegue un día en el que no lo sea. Esto significaría que las familias podrían ir de vacaciones al Sáhara Occidental como van a cualquier otro país de nuestro entorno».