Las víctimas son engañadas con falsas promesas de trabajo a través de personas cercanas o de una red de trata, a través de las nuevas tecnologías (agencias de cita o de búsqueda empleo) o con anuncios falsos en prensa (modelos, bailarinas, servicio doméstico, azafatas, personal de hostelería y becas de estudio...). Existe igualmente el secuestro, rapto y venta, de manera que ellas han de pagar por su libertad. De todo ello advierte el Instituto de la Mujer en Extremadura (IMEx), una entidad que dispone desde el pasado año de un protocolo contra la trata de seres humanos con fines de explotación sexual en el que se recoge, entre otros asuntos, la manera de captar a estas mujeres para convertirlas en esclavas.

Ninguna sabe a lo que realmente viene. Aunque algunas tengan sospechas o incluso acepten ser señoritas de compañía de forma puntual; hasta que no llegan al aeropuerto, les quitan la documentación y las introducen en un club de carretera, no son conscientes de lo que les espera. La rebeldía ante la situación que se encuentran provoca agresiones y amenazas de muerte a ellas y sus hijos. Alguna vez alguna de ellas logra escapar y acude a la policía, entonces sale a luz otro caso más de explotación sexual.

En cuanto a la procedencia, en Extremadura el 80% viene del extranjero -Brasil (por la cercanía con Portugal, puesto que la comunidad se convierte en este sentido en un zona fronteriza de entrada y salida a Europa), Rumanía, Colombia, República Dominicana...- y el otro 20% son españolas, un porcentaje que ha ido subiendo cuando la crisis empezó a mostrar su peor cara.

Las asociaciones que trabajan contra esta lacra tienen claro que la mayoría de las mujeres son esclavas y que aunque a veces puedan expresar que es una opción voluntaria saben de sobra que si tuvieran una alternativa real saldrían un mundo que siempre desgarra. R.S.R.