Ezequiel Da Silva y Renata Manuela son dos hermanos portugueses que llevan tres años viviendo en el interior de un transformador de luz en Mérida. Ambos llegaron a Extremadura llenos de ilusión para trabajar en tareas agrícolas en una finca de Guareña y poder salir de su Lisboa natal, en busca de nuevas oportunidades.

Pero sus sueños se vieron truncados cuando, al llegar, descubrieron que su puesto había sido ocupado por otra familia portuguesa y se encontraron sin saber dónde ir.

De esto hace ya diez años y desde entonces esta pareja se encuentra en una situación precaria, ya que al grave hecho de no tener un trabajo ni un techo donde cobijarse, se une una circunstancia más penosa si cabe: en la calle, sin trabajo y sin medios económicos, unos desconocidos les robaron todos sus documentos.

Desde ese momento Renata y Ezequiel pasaron de ser dos ciudadanos con todos sus derechos a descender hasta el escalón más bajo de la esfera social. Sin ningún documento que pudiera acreditar quiénes eran y de dónde venían los dos ciudadanos lusos se convirtieron en dos fantasmas en vida, ya que para los asistentes sociales, a quienes han acudido en busca de ayuda, Renata y Ezequiel simplemente no existen, son solamente dos ceros a la izquierda que, por el hecho de no tener papeles, no pueden siquiera ilusionarse con un futuro más esperanzador.

Así las cosas, los dos compañeros de este tortuoso viaje han ido sobreviviendo hasta el momento como han podido. En un principio se alojaron en una nave, donde pasaron casi siete años hasta que fueron desalojados por los dueños. Más tarde encontraron el que en la actualidad es su hogar: un transformador eléctrico abandonado de unos nueve metros cuadrados propiedad de la compañía Endesa-Sevillana.

Allí transcurren los días para los dos hermanos que, en su quehacer diario, recogen chatarra para sacar algo de dinero, al tiempo que Renata se encarga también de preparar la comida o hacer una colada con el agua que les ofrecen en una gasolinera de la zona.

Cáritas les da comida y algo de ropa cuando lo solicitan, pero el resto de instituciones como la policía o los servicios sociales han mirado para otro lado y se han limitado, según cuentan ellos, a decirles que sin documentación no pueden hacer nada y que para ello es necesario desplazarse hasta Lisboa, donde podrían obtener de nuevo su documentación. Pero, como comenta Ezequiel, "es imposible ir hasta allí porque no tenemos medios".

Ante esta situación desesperante, Renata y Ezequiel sólo desean obtener de nuevo su documentación para poder encontrar un trabajo digno y lograr así volver a existir para una sociedad que hasta ahora les ha ignorado.