El geoparque Villuercas-Ibores-Jara tiene "un gran presente y mejor futuro". Con estas palabras se refería al enclave extremeño el profesor Nickolas Zouros, director de la Red Europea de Geoparques, nada más aprobarse por unanimidad su inclusión en una lista de la Unesco en la que únicamente tienen cabida 96 espacios de todo el mundo. Un futuro que debe trazarse de la mano de las cualidades que convierten a este territorio de 2.500 kilómetros cuadrados al sur de la provincia de Cáceres, en medio de las cuencas del Tajo y el Guadiana, en un lugar único por sus formaciones rocosas, su naturaleza y por el legado que el hombre, con el paso de las civilizaciones, ha dejado en sus infinitos rincones.

Un futuro para los 19 municipios y sus 25.000 habitantes que deben aprovechar el patronazgo de la Unesco para explotar las posibilidades que se abren para el turismo de la mano de la geología y del patrimonio natural y cultural que albergan los altos riscos formados a lo largo de 600 millones de años y que un día abandonaron el fondo marino para elevarse hasta los 1.600 metros que tiene su pico más alto, la Villuerca, que da nombre al conjunto.

La noticia llegó la noche del sábado hasta cada uno de los rincones de las tres comarcas, especialmente hasta la plaza de Guadalupe, donde los vecinos celebraron el tañido de las campanas del Monasterio, ya reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, que anunciaban la entrada de pleno derecho en un selecto grupo de enclaves de todo el mundo.

Las felicitaciones no se han hecho esperar pues con la entrada en la red mundial de geoparques concluye un trabajo de más de dos años en el que han trabajado de la mano las mancomunidades, la Junta y la Diputación de Cáceres, pasando por la Universidad de Extremadura, las asociaciones empresariales, el Instituto de Turismo de España y el Gobierno de la nación, entre otras entidades, como la Asociación Geológica Extremeña.

El presidente de la diputación cacereña, Laureano León, además de agradecer el trabajo a los miembros del proyecto --algunos de ellos viajaron a Noruega--, ha señalado que la integración en la Red Europea "supondrá un revulsivo para estas comarcas y un recurso turístico de especial relevancia ya que integra la oferta turística de naturaleza con la geología".

Y es que son muchos los tesoros naturales que alberga este espacio en el que confluyen valles delimitados por altas crestas que se asemejan a los Montes Apalaches de Norteamérica, y que se encuentran coronados por cuarcitas que han resistido la erosión. Presenta algunas de las rocas más antiguas de Europa, pertenecientes a los periodos Ediacárico, Cámbrico, Ordovícico y Silúrico (entre 650 y 400 millones de años de edad). La Cueva de Castañar, formada por rocas calizas modeladas por el agua, es su máxima expresión.

Testigos únicos del paso del tiempo son los fósiles, con ejemplares desde el Paleozoico (más de 290 millones de años) como los trilobites, una clase de artrópodo extinguidos; junto con crucianas, los rastros que esos mismos trilobites iban dejando en el fondo arenoso del mar. Asimismo, destaca la presencia de graptolites, una especie de medusas con un flotador; y algas, animales coralinos y bivalvos.

Su patrimonio natural es también de una gran riqueza. La variedad de sus bosques, formados por castaños y robles en las altas montañas, y por dehesas de encinas y alcornoques en sus zonas más bajas, albergan todo tipo de especies salvajes entre las que destacan aves como la cigüeña negra, el halcón abejero o el milano real.

La mano del hombre es visible gracias a los vestigios de una cultura minera y de pinturas rupestres que datan de las edades del Bronce y del Hierro, sin olvidar el monasterio de Guadalupe.