Esto es como cuando se muere un ser querido, que hasta que no pasan unos días no eres consciente de lo que realmente ha sucedido". Con estas palabras explicaba ayer el médico extremeño, Juan Romero Corchado, a EL PERIODICO EXTREMADURA las sensaciones que pululaban por su mente pocos minutos después de llegar a Don Benito. El, junto con su mujer y sus dos hijos, tuvo el desagradable honor de ser protagonista directo del incendio del buque Kampinsky cuando navegaba por el río Nilo.

Con un cansancio evidente, tras un regreso de odisea, Juan tiene grabadas de forma nítida todas las escenas que vivió en la noche del pasado miércoles, justo el día que celebraban de forma apacible en un crucero por el Nilo el sesenta cumpleaños de su mujer María Teresa que, como él, trabaja en el Hospital Don Benito-Villanueva.

Como explica "todo empezó justo al terminar de cenar, cuando decidimos subir a la cubierta del barco mi mujer y yo. Entonces, empezamos a ver que de estribor salía humo y, aunque primero no le dimos importancia, nos empezamos a preocupar cuando vimos que las llamas cada vez eran más grandes y que, a pesar de que se intentaron utilizar las mangueras, éstas no funcionaban".

HISTERIA COLECTIVA

A medida que el fuego se propagaba por el barco, los episodios de histeria colectiva empezaron a apoderarse de los tripulantes --en torno a los 140, según Romero--, muchos de los cuales optaron por tirarse directamente al agua.

En este caso, Juan, su mujer y su hija Mayte se acercaron a la proa, desde donde se ató una cuerda a una palmera que había en tierra. Por allí bajaron la mayoría de pasajeros, excepto veinte que se quedaron hasta el final ayudando en las labores de desalojo y que luego fueron rescatados por otro barco. Entre ellos Juan José, el otro hijo de la familia.

Ya en el agua, donde les esperaban oriundos egipcios para auxiliarles, fueron andando hasta la orilla pues el río no les cubría y de allí tuvieron que caminar algo más de dos kilómetros entre cañaverales y tierra hasta llegar al pueblo.

Romero afirma que en muchos momentos todo lo que vivía le transportaba a la película Titanic y, como en el film, también sintió mucho miedo. Sobre todo cuando tuvo que bajar por la cuerda, pues temía romperse la cadera, o cuando vieron las llamas demasiado cerca: "Hubo un momento en el que vimos el fuego muy cerca".

De la experiencia, Juan se queda con la ayuda que les prestaron los egipcios: "Se volcaron con nosotros. Fue de diez".

Sin embargo, con lo que no está tan satisfecho es con el trato que recibieron de la Embajada de España en Egipto. "El cónsul no fue a Luxor como se ha dicho. Sólo nos visitó ya en El Cairo para salir en la foto y luego fue al hotel para hacernos el visado de regreso. No nos ayudó nada más. Yo he tenido que estar tres días con la misma ropa y las mismas chanclas, cuando a los italianos su embajada les dió a la mañana siguiente ropa y dinero".

Un suspenso que hace extensivo a la agencia de viajes Viamed, incapaz de gestionar el regreso hasta España, y a la empresa austriaca dueña del barco. "Es increíble que un barco con menos de un año tuviese tantas deficiencias. Cuando se necesitó no había agua, y luego las señales acústicas y luminosas no funcionaron hasta que casi todo el barco estaba ardiendo. Fue un desastre". A pesar de todo, Juan está dispuesto a repetir crucero por el Nilo.

Por su parte, del otro extremeño que viajaba en el barco, el militar Francisco Javier Blanco, que quedó herido de consideración en el incendio, ingresó ayer en el hospital de Getafe después de que fuera trasladado en un avión ambulancia. Blanco recibirá tratamiento de las heridas que le causó el incendio en el 40 por ciento de su cuerpo.