La historia de Arturo Coronel y su familia es un ejemplo de aquellas personas que salen de sus países de origen para buscar una vida mejor para los suyos. Llegó desde Ecuador a Mérida hace seis años, después de que lo hicieran su mujer y su suegra, y lo hizo por una razón fundamental: "porque en Extremadura podrían ayudar mejor a mi hija Lizeph, que tiene síndrome de down", aclara mientras espera a su hija a la salida del colegio. Y no se arrepiente de aquella decisión dura en aquel momento, ya que "aquí, en Mérida, es una niña feliz que estudia en el colegio Trajano y que tiene todo tipo de terapia, por eso vinimos y por eso estamos muy contentos", argumenta.

Arturo trabaja como soldador en una empresa emeritense. En la capital extremeña tiene encauzada su vida y la de su familia. "Gracias a Dios nos va muy bien", comenta. Tal es así, que el pasado año nació su segunda hija, Emily, en el hospital emeritense.

Además, se siente muy integrado en la ciudad de Mérida, donde "desde el primer momento nos han tratado muy bien". En todo caso, no olvida su tierra de origen y este año le gustaría viajar a Ecuador para pasar un mes con la familia que dejó allí.

Sin embargo, la añoranza es menor, ya que en la capital extremeña hay una importante colonia de ecuatorianos. "Cada fin de semana solemos reunirnos para hacer deporte o para salir a tomar algo", afirma.