Después de semanas de ver cómo se disparaba la factura de la gasolina, los conductores británicos están al fin de enhorabuena. Las principales cadenas de súpers del país han comenzado a rebajar el precio del carburante, en una guerra sin cuartel por hacerse y retener la clientela. Las cuatro mayores distribuidoras de alimentación Tesco, Asda, Morrisons y Sainsbury´s han llegado a ofrecer esta semana descuentos de entre 3,7 céntimos de euros y 6,3 céntimos en el precio del litro de la gasolina y el diésel. British Petroleum, que tiene 233 gasolineras, ofreció también una reducción, aunque menor, de 1,65 céntimos de euro.

Tras una fuerte subida del petróleo, su actual bajada está dando un respiro a los cada vez más apurados consumidores. "El coste del crudo ha caído en los últimos días y queremos que nuestros clientes se beneficien de ello", anunció el director del grupo de supermercados Morrinsons, Mark Gunter.

Sus competidores de Tesco irán actuando sobre la marcha, según evolucione la situación y dependiendo de lo que haga la competencia. "Estamos estableciendo los precios según las distintas regiones y cuando un rival los baja, nosotros también los bajamos", declaró un portavoz.

Tesco ha optado al igual que otra cadena nacional, Sainsbury´s, por ofrecer la máxima rebaja, 6,3 céntimos de euro, a todo el que se gaste al menos 63 euros en sus establecimientos. Las reducciones son temporales, a tenor de cómo evolucione la cotización del crudo.

La gasolina no es el único producto energético que se ha puesto por las nubes en el Reino Unido, a raíz de la actual crisis del petróleo. Los británicos están viendo como los recibos de la luz y el gas han aumentado entre el 13% y el 15% en lo que va de año. "La era de la energía barata se ha terminado. Las facturas van a subir", reconoce el secretario de Estado, Malcolm Wicks.

De la misma opinión es Jake Ultrich, el director ejecutivo de Centrica, el mayor distribuidor nacional de gas y electricidad para uso doméstico. "Los precios van a golpear muy duramente a los consumidores y van a ser relativamente más altos en el futuro", advierte.

"Creo que vamos a ver un cambio de comportamiento en la gente, que va a tratar de usar menos energía. Van a cambiar la temperatura en su casa y van a ser más consciente del despilfarro de energía", añade.

Con un verano inexistente, que no precisa de aires acondicionados, la preocupación de las familias con menor poder adquisitivo será el poder poner la calefacción el próximo otoño. El Gobierno estima que hay en el Reino Unido 2,5 millones de hogares considerados "energéticamente pobres", término que se aplica cuando el 10% del ingreso familiar se destina a pagar la luz y el gas.

La asociación Energywatch, cree sin embargo que esa cifra es en realidad de cuatro millones. El problema afecta especialmente a los pensionistas, con uno de cada cuatro de los jubilados en dificultades para calentarse cuando llega el frío.

"Es totalmente inaceptable que porque haya una escalada en los precios, muchas personas mayores se vean forzadas a cortar la calefacción, lo que puede hacer peligrar su salud", señala Gordon Lishman de Age Concern. Esta oenegé pide al Gobierno que cree vales para los pensionistas más pobres y tarifas sociales para todos los consumidores sin suficientes recursos.