Los británicos Mike Wilson y Jed Hurwitz contribuyeron en la empresa Vision a la miniaturización de las cámaras digitales que permitió incorporarlas a los teléfonos móviles. Hoy casi todo usuario de estos terminales lleva una cámara en el bolsillo. Ahora son propietarios, junto a Juan Carlos Riveiro y el sueco Nils Hakan Fouren, de Gigle. Y se proponen desatar un nuevo cambio, como el que desencadenaron en la telefonía móvil, mitad tecnológico mitad sociológico: están volcados en el desarrollo de una tecnología de semiconductores que, incorporada a equipos tan cotidianos como la televisión, los reproductores, las consolas o los ordenadores, transformará el cable eléctrico, teléfonico o coaxial en una auténtica autopista de transmisión de datos --como películas y música-- a alta velocidad.

Varios operadores de telecomunicaciones y fabricantes de electrónica de consumo han firmado ya acuerdos con este equipo de empresarios que ha escogido Barcelona como centro de decisión aunque sus socios estén repartidos por todo el mundo: además de en Barcelona, tienen oficina en Edimburgo (Escocia) y en la californiana Red Wood City (Estados Unidos).

Algunos han acuñado el término hogar digital, que traslada a nuestras casas la altísima conectividad habitual en las oficinas, donde todos los ordenadores y periféricos informáticos están en red. "Gigle lo hace posible sin necesidad de obras: no hay que abrir la pared para tirar fibra óptica porque la red ya existente ya nos sirve", dice Oscar Chabrera, director de proyectos externos de la compañía.

Esas promesas casi revolucionarias, sobre todo en países como España, donde las paredes de las casas apenas albergan cables de fibra óptica o coaxiales, ha atraído el interés de los sociedades inversoras de capital riesgo: al poco de arrancar el negocio, en enero del 2006, entraron en el capital la estadounidense Axel Partners y la británica Pond Venture Partners con una inversión de nueve millones de euros.

En noviembre del 2007, en plena sequía de liquidez bancaria tras el estallido de la crisis subprime , recabaron 20 millones de dólares (13,5 millones de euros) de Scottish Equity Partners y se beneficiaron de una ampliación de capital de las dos inversoras que ya estaban en el accionariado. "No es que no haya liquidez, sino que ésta se ha vuelto selectiva", resumen los socios.

La revolución que empuja Gigle sucederá pasado mañana, como quien dice. "Desde cualquier pantalla de casa --la de la tele, la del ordenador-- podremos controlar todos los dispositivos de la vivienda aunque los cables que recorran la vivienda solo sean el de la luz y el del teléfono", explica Chabrera.

Los aparatos con la tecnología de Gigle permitirán que por el cable de la luz viajen, además de electricidad, señales de audio y vídeo. O que en el cable coaxial y telefónico convivan la señal del operador con otro canal. Gigle sigue el estándar internacional Homeplug , que potencia este tipo de tecnologías. "Tenemos competidores, pero somos los que permitimos más velocidad de transferencia de datos, 1,2 gigabytes por segundo".

Según la empresa, en la actualidad hay unos 321 millones de aparatos y dispositivos conectados a redes multimedia en los hogares de Estados Unidos y Japón. Cifras que demuestran que el crecimiento del ocio asociado a la informática y a los media centers --servidores informáticos que comienzan a presidir, junto a la tele, muchos salones-- augura una fuerte demanda de los semiconductores de Gigle.