Los Grammy tienen una reina indiscutible y se llama Adele. La artista británica ha hecho el pleno este domingo con cinco nominaciones convertidas en cinco premios, que incluyen el de canción y grabación del año por 'Hello' y el de disco del año, '25'. Es el mismo triplete que ya consiguió en 2012. Y nadie antes que ella se lo había apuntado dos veces.

Su segunda coronación ha dejado fuera del trono a Beyoncé, que había llegado como máxima candidata aspirando a nueve gramófonos pero se ha marchado solo con dos: mejor disco urbano contemporáneo por Lemonade y mejor vídeo (Formation). Pero no ha habido amargura. Difícil cuando Adele ha dedicado buena parte de dos de sus discursos y su aparición ante la prensa para deshacerse en elogios hacía Knowles. “Lemonade es tan monumental, tan bien pensado, tan bello... Eres nuestra luz”, le ha dicho desde el escenario, llegando a provocar las lágrimas de Beyoncé.

En cualquier caso la noche ha sido de las dos. Porque Adele no solo ha arrasado, sino que ha protagonizado uno de los momentos de la velada cuando, en un tributo a George Michael, ha interrumpido su desentonada versión de un ralentizado Fastlove para volver a empezar, acabando emocionada y con la ovación del público, cual Patti Smith actuando en los premios Nobel por Bob Dylan. Y Beyoncé, visiblemente embarazada con sus dos gemelos, ha protagonizado el número musical más elaborado y comentado, nueve minutos de auténtico espectáculo.

La noche ha sido también de Chance the Rapper, un joven de Chicago que entre sus tres Grammys ha recibido el de mejor nuevo artista y que encarna realmente cambios en la industria, porque su música solo está disponible en streaming (y que ha dado las gracias a SoundCloud). Y ha sido también una celebración del fallecido David Bowie, al que la Academia de grabación de EEUU nunca le dio en vida un Grammy por su música (ganó uno por un vídeo y uno honorífico) pero cuyo Blackstar ha sido reconocido con cinco galardones.

La parte de la gala retransmitida por televisión (en la que se entregan solo nueve de los 84 grammys) ha estado también salpicada de política. Ahí han estado las palabras de Jennifer Lopez, la primera presentadora, recordando que “en este momento de la historia” las voces de los artistas son “más necesarias que nunca”. O las del presidente de la Academia pidiendo al gobierno estadounidense que respete la financiación de la cultura, que muchos ven en peligro en el mandato de Donald Trump. O las de la actriz Laverne Cox pidiendo a la gente que busque en Google el nombre de Gavin Grimm, un joven cuyo caso ha llegado al Tribunal Supremo y que puede determinar el futuro de los derechos de la gente transgénero. O el final de la actuación de Katy Perry, con la Constitución proyectada en la pantalla y la cantante clamando “no al odio”, uno de los gritos que se escuchan en las manifestaciones contra el actual ocupante de la Casa Blanca.

La más contundente declaración, no obstante, ha llegado de a Tribe Called Quest y Busta Rhymes. Este ha dado las gracias al “presidente agente naranja” por “perpetuar el mal en Estados Unidos” y la formación de hip hop ha acabado su interpretación de We the people, en honor a los manifestantes contra Trump, acompañándose en el escenario de gente de distintas razas y religiones en el escenario y gritando repetidamente y con el puño en alto: “Resist”, el grito de resistencia que se extiende estos días en el país.