"La vida que tengo / es todo lo que poseo / Y la vida que tengo / es tuya" . Así empieza el primero de los versos de un poema de Leo Marks, The life that I have , que un amigo de los novios recitó cuando el sol empezaba a caer el sábado por la tarde en los jardines de la mansión Astor Courts, frente al imponente río Hudson. Dicen algunos testigos del enlace que fue uno de los momentos más emotivos del "día perfecto" de Chelsea Clinton y Marc Mezvinsky que, queriéndolo o sin querer, protagonizaron el acontecimiento social más esperado del año en Estados Unidos.

No fue hasta pasadas las siete de la tarde cuando se anunció oficialmente a los medios, vía correo electrónico, que la "princesa" de Bill y Hillary Clinton, su única hija, se acababa de casar con su novio de toda la vida. "No podíamos pedir un día más perfecto para celebrar el comienzo de su vida juntos. Estamos muy felices de acoger a Marc en nuestra familia", afirmaron los padres de la novia, que aseguraron haber vivido "con gran orgullo y emoción" la boda de su pequeña Chelsea, "rodeada de los familiares y amigos más cercanos" y lejos de las cámaras.

DESEO DE PRIVACIDAD Fue una boda de ensueño en las colinas de Rhinebeck, una pequeña localidad a dos horas de Nueva York. Sus 8.000 habitantes vieron alterada por unos días su tranquilidad con la presencia de centenares de periodistas y curiosos, que quisieron ser partícipes de un enlace privado por expreso deseo de la novia. Por una vez, Chelsea quiso ser la estrella que más brilla del clan Clinton, cosa nada fácil con un padre expresidente y una madre responsable de la diplomacia estadounidense. Durante semanas se habló de una larga y glamurosa lista de invitados, aunque lo único que estaba confirmado es que los Obama no acudirían al enlace. No faltó casi ningún miembro de la guardia pretoriana de los Clinton durante sus años en la Casa Blanca, desde la exsecretaria de Estado Madeleine Albright hasta el poderoso asesor de Bill Clinton, Vernon Jordan.

En cambio, la representación de Hollywood estuvo a cargo de un sola pareja: Ted Danson y Mary Steenburgen. "Debemos ser los únicos famosos en el pueblo", comentaron en tono jocoso. Steven Spielberg, Barbra Streisand, Oprah Winfrey y Jennifer Lopez, que aparecían en todas las apuestas como posibles invitados, no se dejaron ver por Rhinebeck. Uno de los secretos mejor guardados se descubrió cuando Chelsea llegó al altar del brazo de su padre, luciendo un modelo de la diseñadora Vera Wang, la misma que confeccionó los vestidos de novia a estrellas como Jennifer Lopez y Mariah Carey. Para la princesa Clinton, la modista ideó un traje blanco con escote palabra de honor, embellecido en la cintura con un bordado de pedrería antigua y una larga cola. La madre de la novia volvió a confiar en su amigo Oscar de la Renta, con un elegante vestido de manga larga en tonos cereza. Ambos criados en diferentes religiones, ella metodista y él judío, al final los novios se decantaron por una ceremonia ecuménica oficiada por el rabino James Ponet y el reverendo Bill Shillady, en la que tuvieron sumo cuidado de incluir elementos de ambas tradiciones. Algunos testigos cuentan que en el primer baile fue el padre de la novia quien tuvo el honor de acompañar a Chelsea: "Fue muy emotivo, era un padre orgulloso con lágrimas en los ojos".