Noviembre es el mes de las castañas --también de las metafóricas--, los muertos y la caída de las hojas de la Michelin. A lo largo del tiempo, los rituales que han precedido la salida de la guía han sido variados: de las cenas restringidas al fasto multitudinario, como sucedió el año pasado en Madrid para realzar el centenario de la publicación rodada. El jueves 25, el circo rojo se trasladará a San Sebastián, donde los inspectores cantarán la lotería de la edición del 2011. Habrá una despedida vibrante: El Bulli de Ferran Adrià y Juli Soler puntuará por última vez después de tres décadas.

No habrá malos humos en el top triestrellado, con siete jefes, entre ellos cuatro catalanes: El Bulli, Sant Pau, Can Fabes y El Celler de Can Roca, distinguidos el año pasado. En el mundo dos estrellas hay que ver cómo afectaran los cambios del Abac, antes con el chef Xavier Pellicer y ahora con Jordi Cruz.

La astucia del secretismo, rentable para Michelin, continúa, así que lo siguiente son conjeturas: los siete triestellados no recibirán a ningún socio nuevo, habrá algunos vecinos en la planta de las dos estrellas y un gentío en la de una.

En julio del 2011, El Bulli cerrará la cancela de hierro en caja Montjoi para reabrirla, aceitada, como fundación en el 2014. A principio de octubre, los inspectores se personaron en el establecimiento: "Les explicamos el timing , lo que íbamos a hacer. Entre enero y julio estará abierto y por tanto la actividad seguirá", narraba Adrià. Después apagarán las luces y la inducción.

En febrero, Adrià solicitó a la revista británica Restaurant Magazine , organizadores del padrón de los mejores restaurantes del mundo, que comunicaran a los 800 jueces que estaban fuera del juego y que no les votaran para la temporada 2010-2011. El Bulli va despidiéndose. Adiós.