Al príncipe Carlos le gusta opinar sobre medicina, educación, medio ambiente, arquitectura y otros cuantos asuntos más. La última injerencia del heredero al trono británico, en uno de los proyectos urbanísticos más importantes de Londres, ha desembocado en una sentencia judicial que califica su intervenci-

ón de "indeseable". El caso invo-lucra a la familiar real de Qatar que, a través del grupo inmo-biliario Qatari Diar, dirigía la reconversión de unos antiguos cuarteles del Ejército en Chelsea en 500 apartamentos y un hotel. El proyecto, por valor de 3.600 millones de euros, se encargó al arquitecto Richard Rogers. Pero los trabajos de Rogers no le gustaron a Carlos, y escribió al primer ministro de Qatar.

En la misiva, el hijo de Isabel II decía que se le "encogió el cora-zón" al ver el plan de Rogers y condenaba "la destrucción de tantas partes de Londres" por "tanta arquitectura brutalista". El emir de Qatar ordenó la retirada del proyecto. La anulación provocó una denuncia de Candy CPC, el grupo asociado con los qatarís. La sentencia considera que la intervención de Carlos fue "inesperada e indeseable".