Seguramente son muchos los niños y niñas que alguna vez en su vida soñaron con ser estrellas de Hollywood, rodar películas con el actor o la actriz del momento y pasearse algún día por la alfombra roja para recoger un Oscar. Aunque en algunos casos quizá se acaban haciendo realidad, la inmensa mayoría se quedan en eso: simples sueños de infancia que se van diluyendo con el tiempo.

Si se conociera la historia de Carrie Fisher probablemente más de uno se lo pensaría dos veces. Muchos detalles ya se sabían antes: excesos con el alcohol, coqueteos con las drogas, trastorno bipolar... Si alguien quiere conocerlos a fondo aún está a tiempo de que se los cuente la actriz en primera persona y en directo en Wishful drinking, la obra con la que triunfa estos días sobre los escenarios de Broadway.

"LUCAS ARRUINO MI VIDA" La fama le llegó pronto, cuando con 21 años interpretó por primera vez a la princesa Leia en La guerra de las galaxias, un papel que le marcó para siempre, y no precisamente para bien. "George Lucas arruinó mi vida", cuenta Fisher en una de las partes más comentadas de su monólogo, muy terapéutico y en el que se ríe de sí misma.

Había nacido en el año 1956 en la soleada California, no muy lejos de los platós donde su madre, la también actriz Debbie Reynolds, grababa los mejores musicales del momento, y que formaba junto al cantante Eddie Fisher uno de los matrimonios más envidiados, hasta que cuatro años más tarde su amiga Elizabeth Taylor se puso de por medio. Creció así en el seno de una familia desestructurada y pronto llegaron las borracheras aderezadas con las primeras caladas de marihuana.

"Algunos dicen que la religión es el opio de las masas. Pues bien, yo tomé masas de opio religiosamente", lanza la actriz en otro de los momentos de la obra, que debía bajar el telón el pasado domingo, pero que estará en cartelera otras dos semanas gracias al éxito de público.