En un mundo atestado de celebridades, famosos, cracks, genios eventuales, héroes del Youtube, rostros populares, personajes y personajillos de toda condición, será difícil que recordemos a la mayoría con el paso del tiempo. Una vez se hayan apeado del éxito casi todos dormirán en lo más profundo del inconsciente, esperando a despertar como si de una aparición se tratara cuando alguien hable de ellos. Y aún así costará identificarlos, saber quién era quién, ponerles cara...

Desde luego, cualquiera que tuviera uso de razón en los primeros meses del año 2002 recordará ipso facto , con solo una simple mención, a Rosa de España. Hayan pasado 10, 20, 30 años... Aunque le diera por enclaustrarse o salir de la vida pública con el hermetismo de una Marisol. En cambio, si decimos Rosa López a muchos les costará saber de quién hablamos incluso hoy. Sin duda habría más gente que la reconocería refiriéndose a ella solo con su nombre de pila.

"Una rosa es una rosa", decía la poesía. Sin embargo, la estilizada Rosa en que se convirtió la cantante parecía otra Rosa completamente diferente de la que había entrado en el primer Operación Triunfo.

Si la historia de Susan Boyle parece en muchos aspectos un remake anglosajón de la suya propia, la transformación televisada de Rosa era como una versión verídica de la entonces recientísima Betty, la fea (convertida actualmente en uno de los personajes de ficción más populares y vigentes de nuestro tiempo del uno al otro lado del planeta). O del patito feo.

Pero no nos engañemos. Ya lo dice el refrán: "d´on no hi ha, no hi raja". Por más kilos que le sobraran, Rosa nunca fue fea. Como Montserrat Caballé o las rollizas modelos que pintaba Rubens, la naturaleza fue generosa con su fisonomía. Y no digamos con su voz. Cuando se creyó resquebrajada de tanto usarla, su estado de salud se convirtió en un asunto de interés nacional.

Emprendió un romance de años (durante mucho tiempo secreto), con el médico que le devolvió la voz. Y si la Rosa que salió de la dichosa academia de artistas era otra de la que meses antes había entrado pesando 110 kilos, la mayor transformación estaba aún por llegar. En el 2006 reapareció con pelo corto y cuerpo 10 haciendo gala de espectacular soltura coreográfica en el concurso ¡Mira quién baila!

Contado así parece un cuento de hadas. ¿Por qué entonces se habla tanto de ella como un juguete roto? Sigue en lo alto del ránking de los famosos más queridos. Ya sea para admirarla o para compadecerla, es casi imposible encontrar a alguien que le tenga ojeriza o disfrute rajando de ella en la sobremesa (todo un deporte nacional). Hubo un momento en que el torbellino mediático estuvo a punto de tragársela, pero ella es muy consciente de que, pese a todo, ha tenido mucha suerte en la vida.

¿Y en su profesión? Se sigue hablando en condicional de su carrera musical y las tertulias corazoneras dedican un ratito cada tanto tiempo a intentar dilucidar porque no acaba de despegar. Que si las canciones, que si las producciones... Probablemente en realidad sea todo bastante más sencillo. Rosa tiene tanta voz como poca ambición, cualidad (o defecto, según se mire) sin la cual es casi imposible mantenerse en lo alto.

Aun así, no hay que olvidar que tiene aún 28 años y aunque haya quien piense que se la ha vuelto a tragar la tierra tras el último tropezón, está a punto de dar un giro a su carrera que no pasará desapercibido.