--No es la primera vez que visita literariamente el barrio, Carabanchel, y su infancia.

--Mi familia tenía una funeraria en Carabanchel, que fundó mi bisabuelo, Celso. La descripción real de la casa, el barrio, el bar y los nombres de los personajes, que se corresponden con los de mi familia y su entorno, me pareció un buen punto de partida para contar una historia.

--¿Se considera un nostálgico?

--Qué va. Soy una persona que ha tenido la suerte de ser un tío muy feliz desde que nací. Y en aquella época fui muy feliz. Eramos una familia muy amplia y teníamos mucha relación con los tíos, los primos y yo me lo pasaba muy bien.

--De no haber sido periodista, ¿le hubiera gustado seguir con el negocio familiar?

--Yo iba a ver a mis abuelos a la funeraria y no le daba mayor importancia, pero no me hubiera molado mucho trabajar allí. No me veo yo intentando colocar un féretro de roble a una viuda compungida.

--¿Cómo gestó la historia?

--Esta novela la empecé a escribir hace mucho tiempo. Desarrollé una historia de un pueblo en el que la gente se dejaba de morir y va Saramago y publica El ensayo de la ceguera , y la aparqué. Después la retomé, pero estrenaron en la televisión la serie A dos metros bajo tierra y la volví a dejar para que no dijeran que era oportunismo. Cuando Guillermo Fesser y yo dejamos la radio volví a retomar la idea.

--¿Tiene mono de ondas?

--Ahora estoy trabajando con Mariano Barroso en la adaptación de esta novela en una serie de televisión. Y con Guillermo, además de ocuparnos de la fundación de actividades solidarias en Nicaragua y Sri Lanka, preparo la segunda entrega de Gomaespuminglish, pero para los niños.