Llega a su fin una de las batallas legales que más revuelo ha causado entre la jet set neoyorquina. El hijo de la legendaria filántropa estadounidense Brooke Astor fue declarado culpable de estafar a su madre aprovechando el estado senil de la multimillonaria. Así lo decidió el jueves un jurado de Nueva York tras doce días de deliberaciones. El mediático juicio contó con excepcionales testimonios, como los del exsecretario de Estado de EEUU Henry Kissinger, la periodista Barbara Walters y Annette de la Renta. Los tabloides se frotan las manos. Y no es para menos.

Exinfante de la Marina y exembajador estadounidense, el octogenario Anthony Marshall se enfrenta ahora a una sentencia de entre 1 y 25 años de prisión por catorce cargos de fraude y robo. Concretamente, se ha probado que el hijo mayor de la fallecida engañó a su madre para que en el 2004 cambiara su testamento de manera que le dejara sus bienes residuales absolutos, que en principio estaban destinados a obras de caridad. Una sucia maniobra que llevó a cabo junto con el abogado Francis Morrisey mientras su madre, figura de la alta sociedad de Manhattan desde que en 1954 se casó en terceras nupcias con Vincent Astor, padecía alzhéimer.

FIGURA ADORADA Brooke Astor, que murió en el 2007 a los 105 años, era una de las personalidades más adoradas de Nueva York por haber donado unos 200 millones de dólares a instituciones como la biblioteca pública o el Museo Metropolitano. Famosa por su inteligencia y elegancia, era el equivalente estadounidense de la realeza. Su figura fue elogiada, incluso, por los periódicos tabloides, quienes no se perdían ninguna de sus apariciones en limusina mientras recorría los barrios pobres.

Hace un par de años, el nieto de la millonaria, Philip Marshall, denunció a su padre no solo por el manejo irregular de bienes sino también por su negligencia en el cuidado de la anciana, llegándole a hacer dormir en un sofá con orines. La demanda fue apoyada por celebridades como David Rockefeller, el propio Kissinger o la esposa de Oscar de la Renta, nombrada por un juez guardiana de la filántropa en sus últimos años de vida.

Esta semana, a sus 85 años, Anthony Marshall escuchó impasible el veredicto del jurado, quien tampoco dejó impune a su compañero de la trama, el letrado Morrisey. Fuera del tribunal, las lágrimas cayeron por las mejillas del heredero mientras se apoyaba en un bastón y del brazo de su esposa, Charlene. Ahora, solo queda esperar que el 8 de diciembre se haga pública la sentencia que dictaminará si Marshall hará un breve recorrido por la cárcel o pasará sus últimos años entre rejas por las barbaridades que hizo a su madre.