Tenía 13 años cuando su vida cambió para siempre, en 1977, al entrar en la mansión de Jack Nicholson para hacerse unas fotos con las que soñaba lanzar su carrera como modelo. Hoy, 32 años después, aquella niña a la que Roman Polanski acabó forzando a mantener relaciones sexuales está dispuesta a pasar página y dejar atrás aquel oscuro capítulo. Samantha Geimer, que vive en Hawái, está felizmente casada y es madre de tres hijos, quiere retirar los cargos que en su día presentaron sus padres contra el cineasta, de 76 años, que fue detenido el domingo en Zúrich en cumplimiento de una orden de captura con fines de extradición emitida por la fiscalía de Los Angeles.

Hace unos meses, Geimer acudió a los tribunales para retirar la demanda, dispuesta a olvidar aquella sesión de fotos que fue subiendo de tono al mismo ritmo que el champán y las drogas, y acabó en un yacusi con una relación sexual no consentida. "Ya lo he superado y las heridas se han curado", afirmó.

No parecen importarle estas declaraciones a la fiscalía, que confirmó ayer que pedirá la extradición del director. Los abogados de Polanski han anunciado que lucharán contra la extradición. Y París y Varsovia han iniciado una ofensiva diplomática con gestiones ante la secretaria de Estado, Hillary Clinton.