En los estudios de Hollywood, a finales de los años 20, y con motivo del estreno de El cantor de jazz , un disgustado Charles Chaplin predecía el fracaso de un nuevo experimento técnico: el nacimiento del cine sonoro. El inmenso Charlot no podía dar crédito a que su exitosa etapa de escenas pintorescas, rodadas en monocromo, había llegado a su fin. En menos de diez años, quedó demostrado que la dimensión sonora era más que un complemento, y que se antojaba imprescindible al dotar al cine de un valor sensorial más.

El pasado mes de julio, en el circuito de Laguna Seca, en Monterrey, California, un equipo de Hollywood, capitaneado por Vince Pace y John Bruno (fan de Valentino Rossi, cómo no), apareció con dos cámaras estereoscópicas para rodar, por primera vez en la historia, imágenes del Mundial de motociclismo en 3D. Sus artilugios mecánicos parecían haberse escapado de un filme de ciencia ficción, más que simples cámaras para rodar imágenes en tres dimensiones, o imágenes en stereo como las llaman los norteamericanos. No eran los primeros que han hecho 3D, ni mucho menos, pero sí son los colegas que, en su esperada resurrección, han trabajado con el monstruo James Cameron en su no menos fabulosa Avatar (tu doble, la figura que adquiere tu personalidad). "Cameron regresa para hacer historia", me susurró Pace al oído.

La visión estéreo

Bruno, un entrañable mago de los efectos visuales, que empezó dibujando para Disney en 1969 y ganador de un Oscar por Abyss en 1989, me invitó a visionar unos minutos del secreto mejor guardado de esta década, rodado, en silencio (menuda paradoja) en Nueva Zelanda y EEUU. En Burbank, Los Angeles, nos esperaba Pace, socio de Cameron desde los tiempos de Titanic, entonces como iluminador y ahora como director de fotografía en Avatar. Este ingeniero mecánico, cámara, editor, creador y artista, ha revolucionado con sus prototipos para filmar en 3D el mundo. Fue Pace, claro, quien negoció con Sony la fabricación de un grabador en alta definición, preparado para sus fines cinematográficos de tres dimensiones. Fue Pace quien desarrolló, junto a la marca Fujinon, la pareja de ópticas gemelas que, sincronizadas, generan la visión estéreo.

Y llegó el día soñado. Mientras nos acercabamos a los estudios The Stages At Playa Vista, Bruno me describía, al volante de su Corvette, el arduo trabajo que les quedaba en Nueva Zelanda donde se está procesando digitalmente todo lo rodado de Avatar . Cada personaje ha llevado más de un año de procesado y modelado por ordenador para crear unos avatares de otro planeta que emulan al actor real.

Después de firmar un documento por el que no puedo dar detalles de lo que se cuece allí dentro (que es mucho, demasiado), conocí a mister Cameron. Alto, amable y con una media melena blanca y generosa, me explicó, ante una pantalla con más de mil escenas yuxtapuestas, en qué se basaba el principio técnico de Avatar . Yo ni chisté y seguí atento el discurso de aquel maestro excepcional, que concluyó (seguro que para impresionarme ¡y a fe que lo logró!) con una escena alucinante en baja resolución y dos dimensiones. Nos despedimos, pero todavía gocé de otro regalo fantástico.

Una experiencia vital

Me llevaron a LightStorm Entertainment, la sede central de las oficinas de Cameron en Santa Mónica. Gracias a las nuevas gafas, muy mejoradas con materiales polarizados ya sin aquellos mareantes celofanes rojo y azul, la sensación real y extraordinaria de la tridimensionalidad nos inundó desde el primer fotograma. A medida que el productor Jon Landau nos iba introduciendo en la historia con un visionado que duró más de 25 minutos, las caras y expresiones de los allí presentes (entre ellos Rob Cohen, director de A todo gas y Dragonheart) reflejaban sorpresa, perplejidad. En fin, lo nunca visto. Se trata, sin duda, de una experiencia vital, obra de Cameron: atravesar la pantalla plana con personajes de carne y hueso, con sus fantasías planetarias y con un concepto de la tridimensionalidad que marcará un antes y un después. Hasta Chaplin aplaudiría semejante ingenio.

Si con la aparición del cine sonoro la dimensión plana y ficticia de la imagen ganaba un nuevo sentido real con el sonido, el mundo que se nos acerca hoy con las tres dimensiones --que ha empezado ya con un más fácil tratamiento digital del 3D (la reciente Up , de Disney-Pixar, entre otras)-- asegura un nuevo salto sensorial que, tras el experimento de Cameron, no tendrá vuelta atrás. Y no habrá ningún Chaplin, por ruidoso que sea, capaz de rebatirlo, porque Avatar habrá sentenciado con su empeño un nuevo momento histórico en el cine.

Llevará su tiempo, sí, no está el mundo, ni siquiera el del cine, para grandes presupuestos, pero el proceso del 3D o la visión en estéreo ha arrancado ya. Imposible describir con palabras lo que es necesario ver, disfrutar y archivar en 3D, la nueva dimensión del nuevo siglo.