La polémica sobre el asombroso cambio de aspecto de la actriz Renée Zellweger, que reapareció el lunes pasado en una gala celebrada en Los Ángeles y dejó estupefactos a los presentes ante su evidente cambio de rostro, ha reabierto el debate sobre el ansia por la eterna juventud de los famosos y los destrozos que el bisturí ha hecho en muchas de sus caras.

Con la intención de borrar todo rastro de arrugas, ojeras, bolsas, papadas y mentones caídos, algunos se han dado al botox, los hilos de oro y los implantes con poca fortuna. A la vista están los resultados de sus operaciones, tan caras como, en la mayoría de casos, innecesarias, pues al final el paso por el quirófano solo refleja sonrisas desfiguradas, frentes interminables y pómulos exagerados. Y la inquietante sensación de que, al final, todos ellos acaban pareciéndose entre sí, como si estuvieran cortados con el mismo patrón.

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Como en el caso de Zellweger, al cirujano ya se le fue la mano antes con las actrices Melanie Griffith, Meg Ryan o Nicole Kidman; los actores Silvester Stallone o Mickey Rourke (de traca) o políticos como Silvio Berlusconi, que en vez de envejecer, con los años, tiene más pelo y menos arrugas.

La galería que acompaña esta pieza da buena cuenta de ello.