Joaquin Phoenix se quitó por fin la careta. Sin la barba, sin la barriga, sin las gafas de sol que había lucido los dos últimos años para rodar el falso documental I´m still here sobre sus fracasados intentos de convertirse en estrella del rap, volvió al lugar del crimen, el plató del show de David Letterman, donde engañó al presentador con su papel de famoso en horas bajas.

"Has entrevistado a mucha, mucha gente, y asumí que sabrías diferenciar entre un personaje y una persona real, pero pido disculpas", dijo al presentador un año y medio después de haberle hecho pasar por un crédulo. "Parecía que habías resbalado y te habías golpeado la cabeza en la bañera", le sonrió a su vez el showman, que le pidió un millón de dólares por su involuntaria colaboración en la cinta. "Hemos ganado 75 céntimos con la película", se excusó el actor.

Había expectación por saber qué iba a decir Phoenix, pero la entrevista dio poco de sí. "Fue gratificante interpretar este papel", confesó. Fueron las declaraciones más jugosas de la noche. Más interesante es lo que el director del filme y cuñado del actor, Casey Affleck, comentó a Jay Leno. El trabajo le demostró hasta qué punto es miserable Hollywood con los ídolos caídos, al recordar que nadie llamó interesándose por él cuando parecía estar tocando fondo. "Cuando se estrenó la película, todo el mundo decía que estaba enfermo. Pero mientras estaba pasando, la gente era feliz riéndose de él".