Los príncipes de Asturias apenas han mantenido un día su doble condición mediática como herederos. Los herederos al trono y a la mayor fortuna de Ciutadella (Menorca) se han apresurado a anunciar que destinarán a fines sociales el multimillonario legado del empresario ultramonárquico y solterón empedernido Juan Ignacio Balada Llabrés.

Los Príncipes --que casualmente están en Abu Dabi, capital de jeques y petrodólares-- agradecen el gesto, pero echan millones fuera. "Aún sin conocer todos los detalles de la herencia del señor Balada, cuya generosidad agradecen, han decidido destinar la parte que les pueda corresponder a fines de interés general y social", informó ayer escuetamente un portavoz de la Casa del Rey. Los detalles de la herencia del menorquín ascienden a decenas de millones de euros, según los cálculos más extendidos, aunque algunas fuentes cifran el legado en 30 millones de euros.

La fortuna, según el testamento, se debe repartir en dos partes: un 50% para los Príncipes y los ocho nietos de los Reyes; la otra mitad, para que Felipe cree una fundación benéfica. Así que la desprendida decisión principesca no atañe a la parte de la herencia destinada a los nietos de los Reyes. Al ser menores, debe ser administrada a través de tutores y mediante vía judicial.

DOS PRIMAS EXCLUIDAS Balada falleció en Ciutadella el pasado 18 de noviembre. Tenía 69 años. Fue hijo único, un millonario que multiplicó el patrimonio paterno, soltero, dicen que reservado y melómano. Y monárquico. Dejó una fortuna en valores inmobiliarios e inversiones en bolsa y dos únicas familiares directas de las que no hay rastro en el testamento: sus primas María del Carmen y María del Pilar Arregui Llabrés. Intentaron hacer mutis por el foro mediático ("Lo siento en el alma, pero no tengo ningún comentario que hacer", dijo María del Pilar a este periódico), pero terminó explotando: "Los tres últimos meses de su vida estuve cuidándolo y fui yo quien le cerró los ojos cuando falleció. El ha hecho con su patrimonio lo que le ha dado la gana".