El concierto de Raphael el sábado en Nueva York tuvo un comienzo caótico. Los carteles anunciando la actuación aparecían en las esquinas del barrio neoyorquino de Washington Heights anunciando los puntos de venta de entradas: la taquilla del teatro, pero también la joyería Pepe y el restaurante Típico Dominicano, según había decidido el productor del recital, un tal Augusto Camacho, al que es imposible localizar. Y luego, tan mala fue la organización que el pobre Raphael tuvo que cantar a trompicones su primer tema. Arrancó a capella, pero nadie pudo oírle porque la gente seguía entrando cuando ya había empezado. Raphael se sentó sobre el piano y dijo: "Voy a dejar que se sienten y cuando lo hayan hecho me avisan".