Cuenta la leyenda que no ha cogido unas tijeras ni una aguja en su vida. Y que son sus asistentes quienes se encargan de convertir en patrones lo que solo ella y sus laberintos mentales son capaces de ver en las telas. ¿Recuerdan aquella frase de Balenciaga «la elegancia es eliminación»? Pues para entrar en los esquinados mundos Rei Kawakubo-fundadora de la mítica Comme des Garçons y altar ante el que esta semana se ha arrodillado el Metropolitan (MET) de Nueva York, dedicándole la exposición de moda de la temporada y su cena de gala- vale más que vayan dejando sobre el felpudo de bienvenida conceptos como feminidad, esbeltez y glamur. Porque Kawakubo (Tokio, 1942) es otra cosa, como se encargaron de subrayar valientes como Rihanna y Caroline Kennedy, que el lunes defendieron sus diseños sobre una alfombra roja acostumbrada a 'obviedades' como tacones, escotes, sedas, transparencias y lentejuelas. Ya lo dijo el cineasta John Waters en un desternillante artículo sobre la diseñadora japonesa publicado en la revista 032c: «Todas las celebridades lucirían mejor vestidas por Rei Kawakubo».

EL "COLAPSO NERVIOSO" DE LA MODA

Hay que reconocer que la palabra 'mejor', en boca del creador de 'Mal gusto' -un tipo que cuanto necesita para ser feliz, asegura, es un lápiz Maybelline para pintarse el bigotito y prendas Comme des Garçons- puede tener significados extraños. «Ella -reivindicaba Waters- ha tenido críticas brillantes, pero las malas me hacen sentir más orgulloso de llevar su ropa». De su «diosa» Kawakubo, hacía recuento, se había dicho que hacía ropa «imponible» y «postatómica», que sus modelos, «raídos y desaliñados», parecían salidos o bien del contenedor del Ejército de Salvación o bien del armario de unos siameses antes de ser separados. Y que, con ella, la moda estaba «sufriendo un colapso nervioso».

En realidad, el 'colapso' había empezado a fraguarse en 1969, cuando esta licenciada en Filosofía y Letras e Historia de la Estética fundó la firma Comme des Garçons para «poder fotografiar cosas interesantes», tras un tiempo haciendo de estilista 'free-lance'. No, la diplomacia nunca ha sido el fuerte de esta mujer intimidante que describe su trabajo «como un ejercicio de sufrimiento» y que, seguimos con Waters, suele tener el aspecto de alguien que ha «estado encerrado durante meses en una celda meditando sobre la deconstrucción conceptual del dobladillo».

SORPRESA Y TURBACIÓN

En 1981, Kawakubo debutó en París, en un momento en el que causaban furor los escotazos de Versace.Podrán imaginar el abanico de reacciones que desde entonces han causado sus diseños, una especie de un punto ciego entre lo conceptual y lo grotesco, lo masculino y lo femenino, lo circunspecto y el humor, el pasado y el futuro, el orden y el caos, y oriente y occidente. «Desde su primer desfile, siempre ha sorprendido y perturbado nuestras expectativas», ha apuntado Andrew Morton, comisario de la exposición que desde el jueves y hasta el 4 de septiembre mostrará 140 creaciones de esta 'hacker' del código fuente del 'buen gusto' a precios, eso sí, de pasarela. «Ella fue la primera en hacer que el poliéster fuera más caro que la seda», dijo con ironía la supermodelo Linda Evangelista. La destrucción, levantó acta el 'Vogue', tiene su precio. Y, amigos, no es barato.

INVENTORA DEL NEGRO COMO COLOR

De la gran dama de la deconstrucción se dice que inventó el negro como color. Y un clásico de las clases de diseño es, por ejemplo, su colección 'Dress meets body' de 1997, cuya distorsión de la silueta femenina causó oleadas de furia inauditas. Todo cuanto los cánones mandan eliminar o moldear con dietas, tratamientos y gimnasios -estómago, trasero, caderas, hombros-, Kawakubo los exageraba con almohadillas. Esta gran parodia de la silueta patriarcal capaz de acabar con las clásicas listas de mejor y peor vestidas -¿acaso hay adjetivos para calificar el aspecto de Rihanna, más allá de que parece una planta carnívora gigante que acaba de zamparse todas las tapicerías del palacio de Versalles?- recibió en su día el apodo de 'Quasimodo'. Incluso 'Vogue', dirigida ya por entonces por Anna Wintour, anfitriona ahora de la cena oficiada en su honor, dijo que eran los «vestidos más feos del año». No se sabe si la frase «lo bello no siempre es bonito» de Kawakubo fue una respuesta al desaire, pero bien podría haberlo sido.

BAMBAS Y CAZADORA DE MOTORISTA

La diseñadora, allanadora de caminos para otros 'raros' que llegaron luego -Martin Margiela, Helmut Lang o Anne Demeulemeester-, es un enigma que ella misma cultiva, parapetada tras su mirada de halcón y su melena de Louise Brooks. Apenas concede entrevistas y las contadas veces en las que accede, usa de intérprete a su marido, un filólogo sudafricano llamado Adrian Joffe que ejerce de gerente de la marca, cuya facturación ronda los 280 millones de dólares. Así, con cuentagotas, Kawakubo ha explicado que él vive en París. Y que como ella reside en Tokio, a cinco minutos andando de su taller, se ven una vez al mes. Entre colección y colección, se reservan unos cuantos días para visitar países como «Rumanía y Yemen». ¿Hay algo que le haga reír?, le preguntó en el 2005 la periodista Judith Thurman. "La gente que se cae al suelo", le respondió sin sonreír.

¿Un último detalle? Mientras el lunes los invitados de Wintour intentaban conciliar el 'dress code' de gala con un cierto homenaje a las turbulencias distópicas de la diseñadora -la segunda viva a la que el MET dedica una muestra, tras la brindada a Yves Saint Laurent en 1983-, la creadora acudía a la velada con falda negra, bambas y cazadora de motorista blanca. Por supuesto, sin pasar por la alfombra roja. «Se trata de un 'show' del MET para Comme des Garçons, no un 'show' de Comme des Garçons en el MET». ¿Quedaba o no claro?