Gianni Versace era mucho. E incluso la muerte fue en su busca en un giro extremo de guion que solo se hubiera atrevido a escribir alguien con tendencia al drama, los ácidos y el sensacionalismo. Recuerden si no la escena: el modisto oficialmente gay de la industria de la moda en tiempos de homofobia asfixiante, el tipo fetichista que había escupido sobre el gusto y el decoro burgués, caía abatido de dos tiros en la cabeza en la escalinata de entrada a su mansión de Ocean Drive de Miami.

Aquel 15 de julio de 1997, el diseñador volvía de desayunar de un local cercano llamado News Café y llevaba encima 1.200 dólares y las revistas People y Vogue. El homicida Andrew Cunanan-gigoló, camello y asesino en serie- se largó de allí y no se aclaró jamás si la paloma que había aparecido muerta junto al cadáver era fruto de la casualidad o la había depositado él, como recado de la mafia calabresa. Adivinarán que el drama y el morbo que se desató habría sido excesivo incluso para alguien como Gianni, que siempre pedía más y más espectáculo. Sin embargo, 20 años después, la mayoría de interrogantes que aquel día quedaron desparramados a los pies de la escalinata siguen sin respuestas claras. ¿Por qué lo mató Cunanan? ¿Trabajaba para la mafia? ¿Buscaba un episodio de gloria para su historial criminal? ¿O, como también se dijo, estaba obsesionado con alguien de su entorno? Al calor de estas y otras muchas incógnitas, empezó a escribirse un drama personal y empresarial en tres actos en que aún no ha escrito su final.

ACTO UNO: EL ASESINATO

Para Fernando Aguileta de la Garza, consultor y profesor en el centro universitario de diseño Bau, el asesinato supuso un «punto de inflexión» en el sector. Nunca el mundo del espectáculo había entrado con tanta fuerza en la moda. «Hasta entonces, los diseñadores no habían sido objetivos mediáticos globales ni carne de tabloide», explica el analista, para quien el caso Versace cortó la cinta inaugural de la era de los modistos 'superstar' que marcó la siguiente década.

Lo cierto es que los días que siguieron al asesinato no dieron respiro. Enjambre de helicópteros. Carteles de «se busca». Un asesino devorado por las drogas y la enfermedad mental que, ocho días después de su quinto y último homicidio, se volaba los sesos en una casa flotante cercada por la policía. La princesa Diana, Elton John, Sting y la corte de supermodelos de riguroso luto y convirtiendo la catedral de Milán en el último 'front row' de Gianni. Y una dinastía, los Versace, en 'shock' ante el asesinato y luego ante la dolorosa lectura de un testamento que nombraba heredera a su sobrina Allegra, hija de Donatella, que al cumplir los 18 años pasó a controlar el 45% de las acciones. El hermano mayor, Santo, al cargo de las finanzas, ya poseía el 35%. Y Donatella, hermeneuta de los tiempos y capitana de Versus, la línea joven de la casa, detentaba el 20%. Así, de forma abrupta y dolorosa, las cuitas familiares, las tensiones voltaicas entre Gianni y su hermana -«yo era su musa y su principal crítica, solo yo tenía el valor de decirle lo que pensaba», dice ella tirando de finezza- quedaron expuestas bajo el foco, listas para su vivisección.

No corrió mejor suerte la investigación policial. Los informes del FBI, que arrojaron todo tipo de detalles sobre los prostitutos que contrataban Gianni y su pareja, Antonio D’Amico, no llegaron a probar que Cunanan, que había conocido al modisto años antes en San Francisco, hubiera sido uno de ellos. La hipótesis mafiosa -«una vergüenza», según la familia- fue desechada, aunque años más tarde un antiguo capo calabrés abundó en ella al asegurar que el modisto había blanqueado dinero para ellos y que tenía deudas pendientes. «Podría tratarse de un robo, de que Cunanan buscara la fama tiroteando a una persona de este calibre, o de una venganza. A todos nos gustaría saberlo. Desafortunadamente, la verdadera respuesta es que nos hemos hundido con el barco», acabó por admitir el jefe de la policía de Miami Richard Barreto.

ACTO SEGUNDO: EL CALVARIO

Para seguir con la metáfora náutica, podría decirse que, en adelante, la casa Versace también se sumergió en una fabulosa zozobra. Seguramente, porque no había espaldas lo bastante anchas para sobrellevar aquel abrupto e ingente legado. Gianni -nacido en Regio de Calabria en 1945, hijo de la dueña de una importante 'boutique' y de un carbonero con gusto por la poesía y el arte- fundó la casa en Milán en 1978. Y para finales de los 80, ya había cambiado para siempre la moda.

En su estilo no había lugar para el decoro, e incordió a los millonarios del norte de Italia con su gusto por el lujo desventrado y opulento. ¿Acaso no era siempre obscena la riqueza? Tiró de 'look' apolíneo y sexual para que los hombres, dijo, dejaran de «parecer contables». Y, con la complicidad del fotógrafo Richard Avedon, vislumbró a «mujeres poderosas y explosivas con vestidos que eran como una segunda piel y que ni pedían perdón ni tenían vergüenza de mostrarse sensuales», apunta Pilar Pasamontes, profesora de ESDi, Escola Superior de Disseny. Aquel empoderamiento femenino, muy de la escuela hipersexual de su amiga Madonna, hoy puede parecernos tramposo, materialista y poco elaborado, pero lo cierto es que trató a las mujeres como sujetos poderosos, y no como objetos accesibles y disponibles. «La mujer que hacía Versace en los 80, ahora la hacen todos», dijo Franca Sozzani, directora de la edición italiana de Vogue, tras su muerte.

De ojo preciso e impecable sastrería, también mezcló como nadie colores y tejidos, y echó mano de los nuevos materiales. ¿Cómo le sienta el cuero al encaje y la seda? ¿Y a la malla metálica? Pero, sobre todo, en su hoja de servicios figura haber llevado el rock a los desfiles, haberse inventado el fenómeno de las supermodelos (aunque el 'copyright' de la idea, dicen, es de Donatella) y haber exprimido el filón publicitario de las celebridades. ¿Acaso la campaña perfecta no era que la princesa Diana se calzara un Versace azul de un solo tirante cuando dio por liquidado su matrimonio con el príncipe Carlos? DeElton John a Madonna y de Bruce Springsteen a Prince, los famosos, con los que alternaba y a los que dejaba sus mansiones, cuajaban de Versace los 'front-row' y las alfombras rojas. Seguro que recuerdan a Liz Hurley con aberturas abisales e imperdibles punks, y a Carla Bruni con correajes 'bondage'.

Sin embargo, lo que vino tras el entierro, decíamos, fue un culebrón familiar de números rojos, drogas, linchamiento e inseguridades. Primero, los hermanos sondearon sin éxito a Karl Lagerfeld. Y entonces, Donatella dio el paso al frente. Imaginarán la mirada de desdén que recibió de la crítica, que apenas aceptaba a una mujer, Coco Chanel, en sus altares. ¿Aquel espantajo que se había teñido el pelo de rubio a los 11 años por indicaciones de su hermano osaba sustituir al gran Gianni? ¿Qué broma era esa? Los hechos no tardaron demasiado en ponerse del lado de los prejuicios y, para el 2004, la casa iba cuesta abajo sin freno: la facturación se había desplomado a la mitad, los acreedores habían colocado la compañía al borde del abismo y Donatella, consumida por los fiascos y 18 años de adicción a la cocaína, accedió a ir a rehabilitación.

ACTO TERCERO: LA RESURRECIÓN

Y, así, de entre los escombros personales y empresariales, emergió curada y dispuesta a volver a ponerse al mando. «Fueron siete años de angustia», admitió Santo, cuando la familia contrató a ejecutivos para estabilizar la nave. «Gianni era un rey de la moda e incluso después de su muerte gobernaba -dijo ella-. Al principio cometí muchos errores y no sabía qué hacer porque escuché a demasiadas personas. Luego ya encontré mi camino».

El camino, sin embargo, está siendo abrupto. En el 2008, despidieron a 350 empleados y, sigilosamente, la casa, que empezó a crecer y a leer buenas críticas, cerró cuatro tiendas en Japón. En el 2011 se presentó a las nuevas audiencias con la colección revival que prescribió para H&M. Y todo parecía ir a velocidad de crucero hasta que esta semana la compañía publicó que, pese a haber crecido un 3,7% respecto el 2016 y haber facturado 668 millones de euros, suman 7,4 millones de pérdidas, frente a los 15 millones de beneficios del ejercicio anterior. ¿La razón? La fuerte inversión, dicen, en la apertura de tiendas.

La empresa, de las pocas familiares que sobreviven en un sector canibalizado por los grandes grupos, vendió en el 2014 el 20% de sus acciones al Hedge Fund Blackstone. Y aunque la marca de la Medusa ha ido surfeando el proceso de globalización que ha vivido la industria, también comparte vergüenzas con sus compañeras de ramo. Según Greenpeace y la campaña 'Ropa Limpia', Versace vende productos a precio de lujo sin preocuparse en exceso por los tóxicos ni por tener protocolos claros que garanticen que todos sus proveedores respetan los derechos laborales, a pesar de que solo el 2% de su producción se realiza en Asia.

De hecho, el sector y sus notarios suelen afrontan estas cuestiones entre la incomodidad y el silencio. ¿Quién quiere hablar de eso pudiendo discutir si Donatella tira de los clásicos de la casa porque ya no le abruma la sombra del hermano o porque, a regañadientes, da a los millennials los iconos nostálgicos que por lo visto reclaman? Sea como fuere, lo cierto es que la diseñadora, contra todo pronóstico y en el año 20 después de la muerte de Gianni, recibe tratamiento de mito. Estrella de una de las campañas de Ricardo Tisci para Givenchy, ha redoblado su apuesta por la alfombra roja y se ha encontrado con regalos como la formidable campaña que supondrá la nueva temporada de'American Crime Story', que olisqueará en el hueso Versace. Cogiendo los tiempos por la solapa, también ha fichado primero que nadie a talentos de la nueva guardia como Anthony Vaccarello, potencia el negocio on-line y sienta a su mesa a la nueva aristocracia del foco: de Beyoncé a Lady Gaga y de Miley Cyrus a las hermanas Hadid.

Muchos dicen que ella nunca ha tenido el 'punch' de su hermano. Otros, como Fernando Aguileta de la Garza, creen que la mujer a la que la moda «siempre miró por encima del hombro» ha actualizado los códigos de una marca «memorable», manteniéndola «reconocible» y «relevante». «Yo creo que Versace hoy día ya es más Donatella que Gianni». A los 40 años de su nacimiento, el negocio, con la heredera Allegra trabajando en Versus, continúa siendo, de momento, cosa de 'famiglia'.

LAS CIFRAS

783 millones de euros facturaba la casa antes de la muerte de Gianni. En los años siguientes, los ingresos se desplomaron a la mitad.

668 millones ingresó en el 2016, un crecimiento del 3,7%. Las pérdidas son de 7,4 millones, frente a los 15,3millones de beneficios del 2015. La casa excusa laspérdidas en la apertura de tiendas.

29 tiendas y 5 ‘outlets’ abrieron el año pasado. La casa tiene más de 200 tiendas en todo el mundo.