Tras siete años de noviazgo, la princesa Victoria de Suecia se convirtió ayer en la esposa de Daniel Westling. Y el que fue su entrenador personal, y ahora próspero empresario, en Duque de Vastergorland y Caballero de la Orden de Serafín, la más alta distinción del país. La real pareja se dio el en la catedral de San Nicolás con la realeza europea como testigo.

La novia lució un elegante vestido blanco de manga corta y escote barco diseñado por el modisto sueco Pär Engsheden. El traje, confeccionado con seda duquesa, arrastraba una cola de cinco metros. Y sobre la cabeza, el mismo tocado que en su día llevó su madre: un velo de encaje de Bruselas y una tiara de oro y siete camafeos.

Victoria llegó a la catedral de la mano de su padre, el rey Carlos Gustavo, que, en contra de lo previsto, solo la acompañó hasta la mitad del trayecto hacia el altar. Allí la recogió un emocionado Daniel para completar el recorrido. El punto álgido de la ceremonia, oficiada por el arzobispo luterano Anders Wejryd, tuvo lugar cuando la pareja fue declarada marido y mujer y ninguno de los dos pudo evitar las lágrimas. Tras el beso de rigor en las puertas de la catedral, los esposos iniciaron un recorrido por Estocolmo que acabó en el balcón del palacio real y con una radiante Victoria exclamando: "Quiero dar las gracias al pueblo sueco por haberme dado a mi Príncipe".

La Casa Real española estuvo representada por la reina Sofía, los príncipes de Asturias, los duques de Palma y la infanta Elena. Esta última con un llamativo vestido fucsia con bolero de inspiración torera. La princesa Letizia optó por un discreto vestido de gasa de color maquillaje.