Eran las diez de la noche y el impresionante escenario del palco del mundo del Rock in Río en Lisboa esperaba la presencia de Amy Winehouse. Treinta minutos después, las 90.000 personas que abarrotaron el aforo todavía reclamaban su presencia. Algunos pensaban que ya no saldría. Pero se equivocaron. Apareció. Le dio una última calada al cigarro y salió a escena para hacer las delicias de sus fans, que la recibieron con una gran ovación.

Subida a unos tacones de vértigo, con un vestido años 60 adaptado a los tiempos de hoy, su característico peinado, su mano derecha vendada y esa cara de niña mala e indefensa, la cantante entonó Adicted, una pieza muy apropiada para el estado en el que estaba.

Su público le perdonó su mirada perdida, su caída, sus dificultades para colocar el micrófono y sus tambaleos.

APOYO DE MUSICOS Y COROS Winehouse agradeció la entrega con un intenso concierto, a pesar de las circunstancias y de su afonía. Aunque es justo reconocer que el apoyo de sus músicos y de sus coros ayudó.

Ellos la suplían cuando, con la copa en la mano, creaba silencios. Y bailaban con ella cuando los tacones y quizás otras cosas la traicionaban. La verdad, fue gratificante ver el cariño que le profesaban. La miraban con ternura y la trataban con respeto. Ellos también fueron parte fundamental del espectáculo.

La artista se emocionó recordando a su marido, Blake Fielder Civil, que está en la cárcel, y se le escaparon incluso algunas lágrimas. La audiencia se identificó con su dolor, y cuando cantó Rehab fue la apoteosis.

Con el éxito que le dio la fama mundial, o al menos la comercial, Winehouse se volcó. Y acompañó su voz con gestos que crearon algún que otro malentendido: algunos pensaron que se estaba metiendo una raya de coca cuando realmente se frotaba la nariz.

Después de casi una hora de concierto, ella misma reconoció que debía haber sido cancelado. Y pidió perdón por no estar en condiciones. A cambio, Winehouse recibió el cariño de un público que pagó 53 euros para verla. Lo cierto es que no estaba en el mejor estado, pero demostró que el talento está por encima de las adicciones.