Fidel Castro, el líder rebelde de la juventud de Cuba, está vivo y combatiendo duramente en la agreste y casi impenetrable fortaleza de la sierra Maestra, en la punta meridional de la isla. El presidente Fulgencio Batista tiene a lo mejor de sus fuerzas armadas alrededor del área, pero sus hombres están librando lo que hasta ahora ha sido una batalla perdida para destruir al más peligroso enemigo al que se haya enfrentado el general Batista en su larga carrera como como líder y dictador cubano.

Esta es la primera noticia cierta de que Fidel Castro sigue vivo y de que aún se encuentra en Cuba. Nadie conectado con el mundo exterior, por no hablar de la prensa, había visto a Castro excepto este escritor. En La Habana, nadie, ni siquiera la embajada de EEUU sabrá que Castro realmente está en la sierra Maestra hasta que se publique este reportaje.

Feroz campaña de Batista

Este relato, entre otras cosas, romperá la estrecha censura en la historia de Cuba. La provincia de Oriente está aislada de La Habana, como si se tratara de otro país. La Habana no sabe ni puede saber que miles de hombres y mujeres están con Castro y el nuevo pacto que creen que representa. No sabe que cientos de ciudadanos lo ayudan, que los bombazos y los sabotajes son constantes y que la feroz campaña antiterrorista ha puesto al pueblo aún más en contra de Batista.

Por toda Cuba se ha desarrollado un formidable movimiento de oposición al general Batista, aunque no ha alcanzado un punto explosivo. Los rebeldes no pueden salir de la sierra Maestra. Batista tiene el respaldo de los altos oficiales del ejército y de la policía, y debe ser capaz de resistir los casi dos años que todavía le quedan de su actual mandato. Sin embargo, hay puntos negros en la economía. El desempleo es alto, la corrupción prevalece.

Castro y su Movimiento 26 de Julio son el símbolo violento de esta oposición. Es un movimiento revolucionario que se denomina socialista. Es también nacionalista, lo que, en América Latina, significa antiyanqui.

El programa es vago, pero constituye un nuevo pacto para Cuba, radical, democrático y por ende anticomunista. El verdadero núcleo de su fuerza es que combate contra la dictadura militar de Batista.

Para arreglar que yo penetrara en la sierra Maestra y me reuniera con Fidel Castro, docenas de hombres y mujeres en La Habana y en la provincia de Oriente corrieron riesgos terribles. Por supuesto, deben ser protegidos con el máximo cuidado, pues sus vidas estarían perdidas después de la acostumbrada tortura si alguien pudiera rastrearlos. Por lo que parece, el general Batista no puede tener la esperanza de suprimir la revuelta de Castro. Su única esperanza es que el ejército elimine a los rebeldes.

Castro es hijo de un español de Galicia, gallego como Francisco Franco. El padre fue jornalero a principios de siglo para la United Fruit Company. Un físico poderoso, su capacidad para el trabajo duro y su mente astuta le llevaron a ser dueño de una plantación cañera. Cuando murió, el año pasado, sus hijos heredaron una considerable fortuna.

El padre envió a Fidel, que se crió en el campo, a la escuela y la Universidad de La Habana, donde estudió Derecho y se convirtió en uno de los líderes estudiantiles de la oposición que en 1952 se rebeló contra Batista, después de que este impidiera las elecciones presidenciales. Fidel escapó de Cuba en 1954 y vivió en Nueva York y Miami. 1956, anunció, sería el "año de la decisión". Antes de que terminara ese año, dijo Castro, sería "un héroe o un mártir".

En cierta medida, él ya era un héroe de la juventud: el 26 de julio de 1953 había encabezado un ataque contra el cuartel Moncada en Santiago de Cuba. En esos combates perecieron unos 100 estudiantes y soldados.

Castro fue sentenciado a 15 años de prisión, pero hubo una amnistía por las elecciones presidenciales del 1 de noviembre de 1954. Fue entonces cuando recorrió el continente y empezó a organizar el Movimiento 26 de Julio. Bajo esta bandera los jóvenes de Cuba ahora combaten al régimen de Batista.

El ataque se inició el 2 de diciembre de 1956. Ese día, un yate de 62 pies y motor de diésel, el Granma, desembarcó en la costa de Oriente, debajo de Niquero, en playa Colorada, con 82 jóvenes entrenados durante dos meses y medio en un rancho de México. El plan era desembarcar en Niquero, reclutar seguidores y lanzar un ataque contra el gobierno. Pero el Granma fue detectado por una patrulla. Llegaron bombarderos y los hombres desembarcaron ahí.

Playa Colorada, desgraciadamente para los invasores, era un pantanal traicionero. Los hombres perdieron los alimentos y gran parte de las armas, y fueron atacados por el ejército. Se dispersaron y se echaron al monte. A muchos los mataron. En pocos días, de los 82 no quedaban más de 15 o 20. Batista logró ocultar desde entonces lo sucedido. Los jóvenes que capturaron fueron obligados a firmar declaraciones en las que aseguraban que les habían dicho que Castro iba en el Granma con ellos, pero que nunca lo habían visto. Así se arrojó la duda de que ni siquiera hubiera llegado a Cuba.

Debido a la censura tan compleja, La Habana y otras ciudades cubanas zumbaban con los más asombrosos rumores; uno de ellos, fomentado por el gobierno, era que Castro había muerto. Solo los que estaban combatiendo con él y los que habían tenido fe sabían o pensaban que estaba vivo.

Esa era la situación cuando este escritor llegó a La Habana el 9 de febrero para tratar de averiguar qué estaba ocurriendo.

Enfrentamientos frecuentes

Como me enteré después, el señor Castro estaba esperando a tener sus fuerzas reorganizadas y fortalecidas, y el dominio de sierra Maestra. Afortunadamente, eso coincidió con mi llegada y él mandó decir a una fuente en La Habana que quería que fuera un corresponsal extranjero. Esa fuente se enteró y contactó conmigo. Por el estado de sitio, tenía que ser alguien que lograra la noticia y pudiera salir de Cuba para escribirla.

Después vino una semana de organización. Tenían que fijarse un lugar y una fecha del encuentro, y hacerse arreglos para atravesar las líneas del gobierno y llegar a sierra Maestra.

Tras las primeras semanas, el ejército había emitido el anuncio de que los restos de las fuerzas de Castro estaban sitiados en la sierra. En realidad, el ejército había rodeado la sierra con puestos fortificados y tropas, y tenía cada camino bajo severa vigilancia. Resultaron ciertas las noticias que llegaban a La Habana de que había enfrentamientos frecuentes y que las tropas del gobierno sufrían fuertes bajas.

El primer problema era pasar por los retenes del gobierno y llegar a un pueblo cercano que sería el punto de partida. Ya pardeaba la noche del viernes 15 de febrero cuando el hombre de Castro contactó conmigo en La Habana, con la noticia de que la reunión se había fijado para la siguiente noche en la sierra.

El plan elaborado para pasar por los retenes del ejército en Oriente fue tan sencillo como efectivo. Yo llevaba a mi esposa en el coche, de camuflaje . Si los guardias llegaran a interrogarnos, ya les teníamos preparada una historia. Pero si llegaran a revisarnos, el cuento se habría acabado.

De esa forma llegamos a la casa de un simpatizante de Castro fuera de la sierra. Tras el anochecer me llevaron a una casa donde se habían reunido a varios jóvenes jóvenes que iban a ir conmigo. Las noticias eran malas. Una patrulla gubernamental se había colocado en el mismo camino que teníamos que tomar para llegar al punto donde nos reuniríamos con los exploradores de Castro.

Teníamos que pasar por un retén del ejército y más allá de eso habría el riesgo constante de las patrullas militares, así que debíamos tener lista una buena historia. Yo sería un hacendado cañero estadounidense que iba a supervisar una plantación en cierto pueblo.

Llegamos y la patrulla no esta