El brutal atentado que acabó el viernes con la vida de al menos 93 personas en Pakistán ha vuelto a colocar al Gobierno de Islamabad en el ojo del huracán. La inseguridad aumenta y cada vez se está más lejos de lograr la estabilidad. En los últimos tres meses, medio centenar de atentados han acabado con la vida de 800 personas.

El aumento de las acciones de la insurgencia se produce a pesar de las ofensivas militares que el Ejército lleva a cabo en las zonas donde los talibanes se han hecho fuertes, como en la provincia de Waziristan del Sur, vecina de Afganistán. Las autoridades aseguran que la acción militar ha matado a 600 insurgentes.

El primer ministro paquistaní, Yusuf Raza Gilani, dijo ayer que con el brutal atentado del viernes, los terroristas buscan crear el pánico. El atentado, obra de un suicida que hizo estallar un vehículo cargado de explosivos en medio de un partido de voleibol en la localidad de Shah Hasan Khan, es el tercer ataque suicida más mortífero de la historia de Pakistán, el único país musulmán que dispone de armamento nuclear.