Han sido unas vacaciones atípicas para Nerea Pinilla, Mari Carmen Bilbao y Natalia López, originarias de Madrid, Bilbao y Cantabria, respectivamente. Llegaron hace casi una semana a Túnez con la intención de conocer el pequeño pedazo de Sáhara tunecino o pasearse por la población blanca y azul de Sidi Bou Said, en cuyos comercios se venden las típicas jaulas de pájaros inmortalizadas en las postales turísticas.

Pero tuvieron que regresar ayer a España en un vuelo especial, repatriadas con antelación y sin apenas haber podido salir del hotel de Hammamet, la localidad turística a 60 kilómetros al sur de la capital, a orillas de la bahía homónima, donde han permanecido durante todo este tiempo.

Y mientras esperaban ayer para embarcar, sentadas sobre sus equipajes, en la terminal del aeropuerto de Túnez-Cartago, lamentándose de la mala suerte de haber escogido este preciso momento para viajar al pintoresco país norteafricano, desgranaban una amplia retahíla de críticas hacia el Gobierno español y hacia Iberojet, el turoperador con el que contrataron el viaje. Al primero le recriminaban falta de reflejos a la hora de poner en marcha el dispositivo de evacuación; al segundo, le reprochaban la falta de información.

"El trato en el hotel ha sido bueno, pero los guías contratados por el turoperador nos han tenido abandonados", subrayó Nerea. "No teníamos ni idea de lo que estaba ocurriendo", continuó. A la embajada española --"que estaba desbordada"-- no tienen nada que censurarle. Pero sí al Gobierno español y, en particular, a la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, a la que oyeron decir por televisión que los turistas españoles no corrían ningún peligro y que no había que precipitarse a la hora de hacer las repatriaciones.

Españoles y portugueses

"Si no podía moverme por el país, yo no quería quedarme aquí; mire, los alemanes, los italianos y los belgas ya se fueron hace días gracias a que sus gobiernos se movilizaron", dijo Nerea. "En el hotel solo quedábamos españoles y portugueses", aclaró Natalia López.

Haber sidos testigos directos de una revuelta popular inédita que puede traer la democracia al pequeño Estado árabe no les supone ningún consuelo. "Si hubiera venido a ver una revolución, lo habría disfrutado, pero vine aquí de vacaciones", explicó Esteban, de Bilbao. Todos los turistas consultados, eso sí, se iban con ganas de regresar un día para poder conocer de verdad Túnez.