No se esperaban avances concretos y apenas los hubo. Pero sí un par de esperanzadores anuncios en la segunda reunión en menos de un mes de los máximos dirigentes de Israel y Palestina. El principal, el del presidente palestino, Mahmud Abbás, Abú Mazen , que dijo al primer ministro israelí, Ehud Olmert, que el soldado Gilad Shalit "será liberado pronto", y se comprometió a "hacer todo lo posible para que sea esta semana".

Shalit fue capturado por milicianos palestinos a finales de junio, lo que desencadenó una furiosa ofensiva de Israel en la Franja de Gaza. El alto el fuego no llegaría hasta noviembre, tras la muerte de más de 400 palestinos y cuatro israelís.

Por su parte, Olmert se mostró dispuesto a negociar sobre la base del plan de paz de la Liga Arabe. Este documento, ratificado en la cumbre de Beirut del 2002, propone normalizar las relaciones del mundo árabe e Israel a cambio de la retirada del Estado hebreo a las fronteras de 1967.

Antes de recibir a Abbás en su residencia oficial de Jerusalén, Olmert había lanzado un guiño ante su gabinete de ministros a la iniciativa saudí: "Debemos tratarla con seriedad, especialmente sus elementos positivos". Esta declaración de intenciones, anhelada por los palestinos, está sin embargo llena de matices. Israel se niega a considerar el retorno de los refugiados palestinos --más de 4 millones -- y a retirarse a las fronteras de 1967.

Y menos en las circunstancias en que está el primer ministro, investigado por la justicia y aplastado en las encuestas.

Este contexto explica los escasos resultados de la cumbre. Olmert se comprometió a ampliar los horarios de apertura de la terminal de mercancías de Karni. Pero no se debatieron asuntos cruciales como las fronteras, los asentamientos o el futuro de Jerusalén. Olmert tampoco accedió a extender la tregua vigente en Gaza a Cisjordania ni a reducir las trabas al movimiento de los palestinos.