Tras lindar el precipicio de la guerra civil, los palestinos inauguraron ayer una etapa insólita en su historia, con la ratificación parlamentaria --por 83 votos a favor y tres en contra-- del primer Gobierno de unidad del que forman parte todas las facciones, salvo la extremista Yihad Islámica y el marxista Frente Popular. Un Ejecutivo que seguirá teniendo dos caras: una conciliatoria, la del presidente y líder de Fatá, Mahmud Abbás (alias Abú Mazen ), y otra más combativa, la del jefe del Gobierno, Ismail Haniya, de Hamás.

Abú Mazen pidió al mundo el levantamiento del bloqueo que ha arruinado la economía palestina y tendió la mano a Israel para buscar "la paz y acabar con el sufrimiento de ambos pueblos mediante la coexistencia y el respeto mutuo". Haniya instó a seguir con la resistencia "en todas sus formas", hasta acabar con la ocupación, y reiteró el derecho al retorno de los refugiados.

Desde la sede del Parlamento en Gaza, conectada por videoconferencia con Ramala, Haniya abogó por "un Estado independiente dentro de las fronteras previas a la ocupación israelí de 1967" y prometió "respetar los acuerdos de la OLP", de la que no forma parte Hamás. Ambas posturas representan un reconocimiento implícito de Israel.

Pero Israel, que alimentó la división palestina permitiendo la transferencia de armas a Fatá desde Jordania y Egipto, no quiere saber nada de este Gobierno. Mientras, Washington seguirá boicoteándolo mientras no cumpla las condiciones del Cuarteto, es decir, rechazo de la violencia y reconocimiento de Israel.

ESCAÑOS VACIOS Como ocurrió hace un año con la jura del Gobierno de Hamás, ayer muchos escaños en las sedes parlamentarias de Gaza y Ramala estuvieron ocupados por fotografías enmarcadas. Pertenecen a los 41 diputados --de un total de 132-- que están en las cárceles israelís. De ellos, 37 son miembros de Hamás y ocho, exministros.