La simpatía y el don de gentes que derrocha el Rey convirtieron ayer el aburrido y artificial parque cerrado del Mundial de F-1 en el recinto más divertido del mundo. Para empezar, Juan Carlos adelantó su llegada media hora y, en lugar de aterrizar en el helipuerto del circuito a las 12.30 horas, lo hizo a las doce en punto. Al llegar a los pies de la torre de control de Montmeló (Barcelona), se encontró no sólo con Pasqual Maragall y Vicente Alvarez Areces, presidentes de Cataluña y Asturias respectivamente, sino también con la periodista Angels Barceló, que estaba allí para hacerle la pregunta del millón: "¿Cómo se siente, majestad?".

El Rey la miró feliz y aseguró estar "muy contento, sobre todo por ellos". A la pregunta de si será un nieto especial, Juan Carlos respondió: "No, no será un nieto especial, los queremos y los tratamos a todos por igual". Dicho esto, aseguró: "Esperamos que Asturias y España vayan hoy por ayer por delante en la carrera y que Alonso quede en el puesto que merece". Luego, el Rey empezó su periplo por el trazado que, como es habitual en él, no cesó de improvisar, provocando un enorme lío en los organizadores del GP y, por descontado, en su seguridad personal.

Lo primero que hizo fue acudir al lujoso autocar de su amigo Bernie Ecclestone. Allí, mira por dónde, hacía ya rato que le esperaban los dos Juan Antonio Samaranch, padre e hijo. Y allí llevaron, casi de la oreja, a Michael Schumacher y Fernando Alonso, lo que provocó la algarabía de un público que no cesó de vitorearle desde las tribunas.

Una vez saludado el dueño del circo, el Rey debía de haber paseado por el pit-lane, pero decidió hacerlo por el interior del parque cerrado, sabedor de que se encontraría por allí a Alfonso de Orleans, familar lejano suyo y jefe del equipo Racing Engineering de la fórmula GP2 en la que corre el español Borja García. De Orleans fue a la cita vestido de carreras, abriéndose paso entre la multitud.

Después de saludar al padre de Alonso en el camión-vivienda de Renault y recibir el saludo militar de Flavio Briattore ("¡a sus órdenes!", gritó), el Rey recibió un curioso regalo. Adolfo Otaola, gerente de la marca de puros dominicanos Rey de Reyes, le obsequió con una caja.

Mientras todo eso ocurría, Iñaki Urdangarín, que acudió al circuito en compañía de sus dos hijos mayores, Juan y Pablo, se escapó por los talleres para mostrar a los niños los monoplazas. "Como exbarcelonista, ayer por el sábado pasé uno de los días más felices de mi vida al ver ganar la Copa de Europa a mis excompañeros, y hoy por ayer espero darle suerte a Fernando". Preguntado por el embarazo de la princesa Letizia, Urdangarín se añadió a la felicitación oficial formulada por su esposa Cristina, que dará a luz al sexto nieto del Rey en junio, y su cuñada Elena, y comentó: "Todos nos sentimos muy felices. Los niños aún no se han hecho a la idea de que van a tener otro primero. O prima", añadió, por si acaso.

Llegó el momento de dar una vuelta al trazado y Juan Carlos escogió como piloto a Carlos Sainz, bicampeón del mundo de rallys. Y se subieron a un Mercedes deportivo SLK. Juan Carlos disfrutó tanto que, al llegar a la meta y cuando todo el mundo acudió a su encuentro, le hizo un gesto divertido al exbicampeón del mundo de rallys para que diese "una vuelta más, por favor". Y escaparon de la multitud. Más cambios.

El nombre del heredero

Tras departir con su amigo Jackie Stewart y con Arantxa Sánchez Vicario y estrellar dos besos en las mejillas del ingeniero de Williams Xevi Pujolar, se encaminó al podio, donde reconoció a Alonso, segundo ayer tras el finlandés Kimi Raikkonen. Alguien preguntó al piloto asturiano si creía que los Príncipes podían ponerle Fernando al futuro heredero. "No creo, no creo", dijo el asturiano, riéndose a carcajada.