Usted cree que el presidente se siente seguro de aterrizar en Congonhas?" Al escuchar la pregunta del periodista, Marcelo Baumbach, el portavoz de Luiz Inácio Lula da Silva, se quedó por unos segundos tieso. No quiso o no supo responderla. Pero la respuesta orilla el sentido común. Congonhas lleva inscrito el signo del peligro desde hace mucho tiempo.

A ocho kilómetros del centro de Sao Paulo, el aeródromo concentra el 80% del tráfico aéreo del país. Por Congonhas pasaron el año pasado más de 17 millones de pasajeros, cuando su capacidad es para 12 millones. 650 aviones despegan y aterrizan a diario con 60.000 pasajeros.

Hace tiempo que la capacidad operativa de Congonhas supera el límite de lo tolerable. "El aeropuerto, como todos saben, tiene cierta limitación, tanto en el tamaño como en la calidad de la pista", explicó el presidente de la Sociedad Brasileña de Investigaciones en Transporte Aéreo (SBTA), Anderson Correia.

Congonhas está enclavado en el corazón de una megalópolis con 33 millones de personas y un rosario de calamidades urbanas. Solo alrededor del aeropuerto vive el 10% de esa población. Enormes edificios se yergen como juncos de hormigón. Desde sus ventanas se palpita el trasiego aéreo y la amenaza latente.

Los barrios de Moema, Campo Belo, Planalto Paulista, Jardim Aeroporto e Jabaquara, saben bien lo que eso significa. "Los aviones pasan muy cerca. Cuando la nave de TAM cayó pensé que el fuego alcanzaría mi casa", dijo Rafael Olivera, que vive en un edificio al lado de la pista.

La tragedia volvió a agitar la reivindicación de la Asociación de Moradores y Amigos de Moema, un barrio cercano a Congonhas que viene reclamando el cierre del aeropuerto desde 1987. La del martes es la segunda catástrofe en el aeródromo. En 1996, un Fokker-100 se estrelló contra un bloque de apartamentos. Hubo 99 muertos.

Los expertos consideran que Congonhas tiene los días contados y que la solución es construir otro aeropuerto a 50 kilómetros de la megalópolis y una línea de tren. Pero eso se demoraría unos seis años. Quien se salvó ayer de la tragedia fue Roberto de Assis, hermano y representante del delantero barcelonista Ronaldinho, que estuvo a punto de coger el avión siniestrado. El equipo de fútbol del Gremio de Porto Alegre también se salvó de la catástrofe al cambiar a última hora de planes.