La celebración de la Asamblea General de la ONU provoca cada año por estas fechas en Nueva York la repetición de los mismos rituales, como el duelo retórico entre los representantes de EEUU y el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, tanto desde el podio de oradores como en declaraciones a la prensa. Ayer fue Ahmadineyad quien abrió la batalla dialéctica con una superlativa advertencia a Washington. "EEUU nunca ha participado en una verdadera guerra, ni en Vietnam, ni en Afganistán ni siquiera en la segunda guerra mundial", aseguró en un desayuno con propietarios y directivos de medios de comunicación. "La guerra no es bombardear algún sitio. Cuando empieza, no hay límites", añadió.

Eran palabras que contrastaron con declaraciones en las que definió el diálogo como único camino posible "porque no hay otra alternativa". "Siempre hemos estado preparados para hablar", dijo Ahmadineyad, que mañana intervendrá en la Asamblea General unas horas después de que lo haga el presidente estadounidense, Barack Obama.

Ayer le escucharon los editores periodísticos con más atención que los asistentes a la segunda jornada de la cumbre de la ONU sobre los Objetivos del Milenio, donde el dirigente iraní intervino ante una sala medio vacía, aunque no se había organizado como en otros años un boicot de varias delegaciones.

Y, aunque tuvo problemas con la traducción de su discurso, lo que impide saber exactamente qué dijo, el texto que llevaba incluía otra de sus habituales denuncias del sistema capitalista que, según él, da sus últimos estertores. "El orden discriminatorio del capitalismo y los enfoques hegemónicos se enfrentan a la derrota y están próximos a su fin", aseguró. Ni una sola vez mencionó la lucha por conseguir para el 2015 las ocho metas para combatir la pobreza.

Quien sí habló de esos objetivos, aunque para mostrar públicamente el pesimismo sobre las opciones de alcanzarlos, fue la cancillera alemana, Angela Merkel. "Desafortunadamente tenemos que admitir que no lograremos los objetivos para el 2015", sentenció Merkel.

UN DISCURSO FRANCO Su discurso fue uno de los más duros, o quizá francos. Merkel se mostró convencida de que "la ayuda al desarrollo no puede continuar indefinidamente" y de que la tarea es "utilizar recursos limitados tan efectivamente como sea posible". También propuso alterar el sistema de financiación de proyectos basando la aportación de fondos "en resultados". Inmediatamente, oenegés como Oxfam criticaron a la cancillera por "quitarse de encima" su responsabilidad de hacer que la ayuda funcione y cargar con ella a los países más pobres.