Una docena de delegaciones abandonaron la sala de la Asamblea General de la ONU durante el discurso del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, por considerarlo "antisemita". Ahmadineyad no hizo en esta ocasión ninguna referencia al Holocausto, pero además de lanzar una diatriba contra Israel, recuperó su clásica retórica sobre un supuesto "complot judío". "No es aceptable --dijo-- que una pequeña minoría domine la política, la economía y la cultura en una gran parte del mundo gracias a sus redes sofisticadas para obtener sus objetivos racistas".

Entre las delegaciones que se marcharon figuran EEUU, Francia, Gran Bretaña, Italia, Dinamarca, Hungría, Argentina, Costa Rica, Uruguay, Nueva Zelanda y Australia. La Unión Europea (UE) no mantuvo una posición común. La presidencia sueca lo justificó diciendo que el líder iraní no había cruzado "la línea roja" trazada por la UE, consistente en que "Ahmadineyad hubiera negado el Holocausto o llamado a la destrucción de Israel".

Por su parte, el primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, se quejó de que la ONU dé legitimidad a un régimen como el iraní y dijo que "el desafío más urgente" del organismo era evitar que Irán adquiera armas nucleares.

Al margen de Irán, Netanyahu dedicó su intervención a condenar el reciente informe de la ONU sobre la guerra de Gaza y pidió al organismo que lo rechace por "parcial e injusto".