Las protestas de miles de ciudadanos y el rechazo o la indiferencia de un importante sector de la comunidad internacional no arredraron a Mahmud Ahmadineyad. El presidente iraní tomó ayer posesión de su cargo para un segundo mandato ante un Parlamento fuertemente custodiado por la policía y rodeado por miles de personas que manifestaban su rechazo a los resultados de las "fraudulentas" elecciones del 12 de junio. En su discurso, el dirigente iraní lanzó un nuevo desafío a Occidente y anunció que pronto "habrá cambios en Irán y en el mundo".

La ceremonia se desarrolló en medio de un gran despliegue policial considerado por algunos observadores como el mayor de los últimos tiempos, con el que se pretendía disuadir a la oposición a manifestarse. Hubo carreras, golpes, detenciones y gases lacrimógenos. Entre los asistentes se notó la ausencia de figuras relevantes del país.

GUARDIAN OFICIAL Ajeno a esto, Ahmadineyad juró su cargo. "Yo, como presidente de la República islámica de Irán, juro ante el sagrado Corán, la nación iraní y ante Dios que seré el guardián de la religión oficial, de la República islámica y de la Constitución", recitó el mandatario. Prometió que "resistirá a los países opresores" y orientará su política "a modificar los mecanismos que imponen la discriminación en el mundo, cambio que será beneficioso para todas las naciones". El presidente iraní añadió que no tiene otro deseo que "servir al pueblo y a Irán".

Y si la oposición interna no pareció que le preocupara, de su discurso se desprendió que sí le inquieta el descrédito internacional y la falta de legitimidad que se le atribuye. A la ceremonia asistieron representantes de todo el cuerpo diplomático, pero no en todos los casos el rango estuvo a la altura de lo que marca el protocolo en estos casos. Francia hizo saber que su presidente, Nicolas Sarkozy, no enviaría ningún mensaje de felicitación. La víspera, Washington había indicado que Barack Obama tampoco tenía intención de hacerlo, aunque lo consideraba como un presidente "elegido", pese a la oleada de protestas sobre la legitimidad de su reelección. La posición francesa consiste en "reconocer al Estado pero no al Gobierno", según aclaró un portavoz del Elíseo, Romain Nadal.

Molesto con estos comentarios, Ahmadineyad recogió el guante. "Algunos países dicen: ´Reconocemos al nuevo Gobierno pero no le felicitamos´. Entonces nosotros les decimos que nuestro pueblo no espera su felicitación", respondió con acritud, refiriéndose a EEUU y a Francia.

Destacadas personalidades reformistas del régimen no asistieron a la ceremonia. Se notó la ausencia del expresidente Akbar Hachemi Rafsanyani, distinguido ayatolá, que dirige algunas instituciones claves para el poder. Tampoco estuvieron el expresidente Mohamed Jatami, el jefe de la oposición, Mirhusein Musavi, y el excandidato a la presidencia y expresidente del Parlamento Mehdi Karubi, el reformador más radical del grupo.

RIVALES ENTRE SI Todos ellos cuestionan los resultados electorales y aunque sostienen posiciones distintas, e incluso son rivales entre sí, están unidos frente a los sectores más conservadores del régimen y abogan por una sociedad más abierta. Y todos, también, nacieron políticamente a la sombra de la revolución de Jomeini y han desempeñado altos cargos. En el Parlamento, dominado por los conservadores, también estuvieron ausentes la mayoría de los diputados reformistas: asistieron 13 de 70.

Tras la victoria de Ahmadineyad, los partidarios de la oposición llevaron a cabo manifestaciones de gran envergadura para exigir la celebración de unas nuevas elecciones, que fueron aplastadas con brutalidad policial. Según fuentes oficiales, en las protestas murieron unas 30 personas, 2.000 fueron detenidas --la mayoría ya han sido liberadas-- y un centenar han pasado a disposición judicial.