La designación de Hillary Clinton como jefa de la política exterior del Gobierno de Barack Obama ha despertado sentimientos encontrados en Oriente Próximo. En Israel la satisfacción es generalizada. "Clinton reforzará la relación especial entre EEUU e Israel", dijo el lunes el primer ministro, Ehud Olmert. Entre los palestinos, en cambio, prevalece la sensación de que les esperan otros cuatro años de travesía del desierto. Su único consuelo es el nombramiento como asesor de seguridad nacional del excomandante de la OTAN James Jones, uno de los pocos críticos con Israel en el equipo de Obama.

En las primarias del Partido Demócrata, Clinton defendió la pretensión israelí de hacer de Jerusalén su "capital indivisible", amenazó con "aniquilar" a Irán si ataca a Israel y abogó por aumentar la presión sobre Siria.

El contrapunto puede ser el exmarine James Jones, que fue el enviado especial de EEUU a Oriente Próximo en materia de seguridad. En agosto presentó un informe "muy duro, en el que Israel sale muy mal parado", según un militar hebreo, sobre la política del Ejército israelí en Cisjordania. Pero la Casa Blanca censuró el informe.