Llovieron balas de goma y piedras sobre el centro de la ciudad de Córdoba, capital de la tercera provincia argentina. Asimismo, el olor a gas lacrimógeno y los estruendos de las bombas molotov completaron el cuadro de la batalla campal entre los funcionarios adscritos a 24 sindicatos y centenares de policías.

El estallido no sorprendió después de que la legislatura aprobara un recorte de hasta el 27% de las jubilaciones y un nuevo cálculo de los salarios de los empleados estatales. A unos 600 kilómetros de Buenos Aires, las revueltas cordobesas siempre anuncian algo más profundo.

El gobernador, Juan Carlos Schiaretti, dijo que lo ocurrido es una venganza del kirchnerismo por su apoyo a los productores agropecuarios en su lucha contra el aumento de los impuestos a las exportaciones decretado por Fernández de Kirchner. "Si quieren castigarme a mí, que me echen del consejo del partido, pero que no castiguen a una provincia solo porque estuvo del lado del campo", declaró Schiaretti, quien atribuye la crisis a la negativa del poder central a darle fondos.

"A Córdoba no se le debe ni un centavo, lo que sucede es que han tenido una mala administración", replicó el ministro Florencio Randazzo.