No hubo rastro ayer en Lasa de su jovial mezcolanza de monjes budistas, mochileros y comerciantes chinos. Durante buena parte del día, en sus calles solo se vieron uniformes de soldados y policías y vehículos blindados de todo tipo. Su presencia sofocó en un solo día la mayor revuelta que en los últimos 20 años ha vivido el Tíbet, bajo el mando chino desde que fuera ocupada en 1950, y a solo cinco meses de los Juegos Olímpicos.

La policía impedía el acceso a la zona que rodea el templo Jokhang, el epicentro de los enfrentamientos de tibetanos contra policías y comerciantes chinos. Ni siquiera los que viven en la zona tenían permitido entrar. El tráfico sigue cortado en todo el centro, por donde solo circulan coches policiales. Un turista español en Lasa confirmó a este diario que no se escuchó ni un disparo en todo el día. "Las tiendas siguen cerradas, pero a última hora de hoy (ayer para el lector) ya han empezado a salir civiles a la calle e incluso algún monje. Aún se ven los rastros de la batalla: motos quemadas, barricadas, sangre en el suelo y tiendas arrasadas. La policía ha informado a mi hotel que los extranjeros no podemos salir", añadió. El acceso a internet está cortado desde el jueves.

INFORMACIONES CONFUSAS Averiguar la magnitud de la tragedia es difícil, ya que China restringe el acceso al Tíbet incluso en épocas de calma. Los extranjeros requieren un visado especial y los periodistas tienen prohibido entrar. Las cifras de muertos bailaron ayer en función de la fuente. Según Radio Free Asia, creada con dinero de EEUU, murieron dos manifestantes a tiros de la policía. El Gobierno tibetano en el exilio elevó la cifra a 30 y pidió a la ONU que investigue los sucesos.

Por contra, China negó que la policía disparara y aseguró que hubo 10 muertos, no manifestantes, sino "víctimas civiles chinas inocentes" que fueron quemadas vivas en plena calle por tibetanos. Según Xinhua, la agencia de noticias china, dos muertos son empleados de hotel y otros dos son propietarios de negocios. Ninguna de las informaciones pudo ser comprobada por fuentes imparciales. China dio de plazo a los manifestantes hasta el lunes para que se entreguen en las comisarías y les prometió "indulgencia". De lo contrario, se les aplicará la ley "con toda dureza".

La nota de Xinhua, tradicionalmente aséptica, era ayer dura: "El dalái lama y su camarilla no han renunciado a la violencia ni al terror ni un solo día". China está convencida de que las revueltas están dirigidas por el líder religioso, y no ve casual que esta semana el líder hubiera afilado su discurso contra Pekín y animado a sus fieles a utilizar los Juegos para denunciar la situación del Tíbet. "Ahora que la sangre y las llamas han descubierto su verdadera naturaleza, es hora de que la comunidad internacional se replantee su postura", terminaba. Estados Unidos y Alemania han recibido la visita oficial del dalái lama este año, desatando la ira china.