Hace un año que Obama conquistó la presidencia y el aniversario se difumina con las elecciones del martes, donde los republicanos han ganado las disputas más importantes, los gobiernos de Virginia y Nueva Jersey. Dado que esos estados votaron por Obama en las presidenciales, los medios adversos al presidente proclaman que el desencanto ha producido un giro en el electorado. Alguno deduce que es un preludio de lo que ocurrirá en las legislativas del 2010, en las que se renuevan la totalidad de la Cámara de Representantes y parte del Senado. La extrapolación parece prematura.

Virginia y Nueva Jersey vienen votando en estas elecciones en contra del partido del presidente. Y franjas de la población que Obama movilizó el año pasado se quedaron esta vez en casa. Es temerario inferir que el voto fue un referendo sobre Obama. En los dos estados jugaban temas locales, e incluso en la elección de Nueva York, en la que incidió más la polarización nacional del momento y las políticas del presidente, los republicanos perdieron el escaño que tenían desde la guerra civil. Ha sido un día de moderados.

Los resultados son un cierto aviso a los demócratas. Obama sigue teniendo un 51,8% de aceptación, pero hay grietas en el frente que lo aupó al poder, con colectivos que no entienden la reforma sanitaria, y la crisis económica ya le pertenece.