NUEVA YORK. La luz de la Estatua de la Libertad (foto) destacaba anoche en el perfil de un Nueva York sumergido en la oscuridad. La estatua, de 46 metros de altura, se convirtió ayer en una especie de faro que alumbró parte de la costa neoyorquina, donde los ciudadanos se movían a ciegas. La estatua funcionó gracias a sus generadores, un privilegio que sólo compartieron algunas instalaciones, como los hospitales.