El hallazgo del cuerpo sin vida del científico y asesor del Ministerio de Defensa británico David Kelly, descubierto ayer en el condado de Oxford, ha precipitado al primer ministro, Tony Blair, a la peor crisis política de su mandato. Esta muerte "por aclarar", según la policía, que hoy identificará oficialmente el cadáver, llevará al primer ministro a ordenar una investigación sobre las causas de lo que parece haber sido un suicidio. No será sin embargo la amplia investigación judicial independiente sobre los argumentos utilizados para ir a la guerra contra Irak, que ayer más que nunca volvió a reclamar la oposición.

Kelly, de 59 años, un prestigioso experto en microbiología, antiguo inspector de armamento de la ONU era la figura clave en la disputa que enfrenta desde hace semanas al Gobierno británico y a la BBC, sobre los datos manejados para justificar la guerra. El Ministerio de Defensa había acusado a su colaborador de ser el "topo" que suministró información al periodista de la cadena pública Andrew Gilligam.

AVISO A LA POLICIA

El jueves hacia las tres de la tarde, Kelly abandonó su domicilio en Abingdon, en el condado de Oxfordshire. Le dijo a su mujer que iba a dar un paseo por el campo, uno de sus pasatiempos habituales, pero en esta ocasión no regresó. Poco antes de la medianoche, su familia, alarmada, avisó a la policía, que inmediatamente comenzó la búsqueda, con un despliegue de fuerzas excepcional, "dado el estado especialmente vulnerable en el que se hallaba", según explicó la portavoz policial Kate Smith. "Su mujer estaba muy preocupada, teniendo en cuenta lo sucedido en las últimas dos semanas", añadió Smith.

El cuerpo, hallado pasadas las nueve y media de la mañana de ayer, estaba a pocos kilómetros de la casa, en una colina boscosa de Harrowdown. Según el superintendente Dave Purnell, ropas y rasgos físicos coincidían con los del desaparecido. "Es una muerte sin aclarar. Estamos esperando los resultados de la autopsia y el examen de la zona de Harrowdown Hill", señaló Purnell.

CHIVO EXPIATORIO

Un amigo de la familia confirmaba el disgusto y la furia de Kelly por el trato que había recibido en el caso de la BBC. Asediado por la prensa desde que el pasado 9 de julio el Ministerio de Defensa publicó su nombre, el prestigioso científico se había convertido en el chivo expiatorio de la reyerta sobre los documentos de Irak, en la que estaba en juego la credibilidad política del Gobierno y la independencia informativa de la cadena pública.

El pasado martes, Kelly compareció ante la Comisión de Exteriores de la Cámara de los Comunes, donde fue sometido a un severo interrogatorio sobre sus contactos con el periodista. Kelly afirmó que no creía que Alastair Campbell, el jefe de comunicación de Blair, hubiera añadido el párrafo del dosier publicado sobre la capacidad de Sadam para lanzar un ataque letal en 45 minutos.

Esa ha sido la acusación mantenida por el corresponsal de la BBC. Sin embargo, Kelly afirmó que él no era la principal fuente de información en la que se basaba Gilligam, con quien se reunió en tres ocasiones. Sus respuestas en la comparecencia fueron casi inaudibles, aunque en ningún momento perdió la calma.

COMUNICADO OFICIAL

Downing Street emitió ayer rápidamente un comunicado rechazando cualquier presión del Gobierno sobre el desaparecido. El Ministerio de Defensa aclaró que el funcionario no había sido amenazado con ningún tipo de suspensión o despido.

Blair se hallaba en el avión que le trasladaba de Washington a Tokio cuando supo la noticia, que causó un gran sobresalto a bordo, según los periodistas que viajaban en la comitiva. El primer ministro esperaba haber dejado atrás la crisis de Irak y se disponía a celebrar hoy una jornada relajada en la capital nipona. La sombra de Sadam ha vuelto sin embargo a alcanzarle.